martes, 10 de mayo de 2016

¿De Dónde Salen los Demonios?


Para muchos, los Angeles son simples personajes mitológicos, para otros, mensajeros del Creador en la Tierra y guardianes del bienestar de los humanos. Aunque se ha escrito mucho sobre ellos, en realidad sabemos muy poco sobre su extraña y singular naturaleza, así como sobre sus enemigos: los Demonios, las huestes del mal y los habitantes de las sombras. Tanto es así que podemos llegar a confundir a los primeros con los segundos.

En el principio, cuando nada estaba creado, surgió la luz y se diferenció de la oscuridad dando nacimiento a dos mundos de características opuestas e irreconciliables. La luz se convirtió en la manifestación del bien y dio lugar a los ángeles.

La oscuridad supuso la emanación del mal y en ella prosperaron los demonios. Luz y oscuridad, ángeles y demonios se enfrentan desde el origen de los tiempos en una lucha sin cuartel que todavía continúa. Según narra la Biblia en el Génesis, el primer día de la creación Dios dijo: “¡Hágase la luz!”.

Y la luz se hizo. Como Dios vio que la luz era buena, estableció una división entre la luz y la oscuridad y llamó a la primera “día” y a la segunda “noche”. Contado así, se reconocen unos matices que caracterizarán ya para siempre ambos mundos.

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Por ejemplo, se dice que la luz era buena y por eso Dios la separó de la oscuridad. Aunque no esté explícitamente formulado, se deduce que la oscuridad es mala. Así quedan establecidos, desde el origen de la creación, los dos campos opuestos que, poco a poco, se irán cargando con sus exclusivos significados.

La luz será símbolo de nacimiento y vida, de calor y conocimiento, de elevación espiritual, de seres relacionados con la Divinidad y con las alturas celestiales. Por el contrario, la oscuridad representará la degeneración y la muerte, el frío y la destrucción, las bajas pasiones, la oposición sediciosa a la Divinidad y los abismos infernales del inframundo.

También aparecerán los demonios, espíritus maléficos que viven en las tinieblas del abismo y que se ocupan de entorpecer las obras de Dios. Constituyen el ejército de “los malos”, y también se unirán a él otros seres malévolos, como las brujas y los genios de la oscuridad. Así se establecieron los dos bandos enfrentados en una lucha que se inició en tiempos inmemoriales y cuyo fin no se vislumbra.

En tiempos modernos, numerosas novelas han utilizado la ficción para plantear esta eterna disputa entre la luz y la oscuridad, como la trilogía El señor de los anillos, de Tolkien. Para quienes, con independencia de sus ideas religiosas, creen en la existencia del bien y el mal como dos grandes fuerzas opuestas, el resultado de esta lucha es fundamental, ya que lo que está en juego es el sentido del mundo y el destino del ser humano.

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Y, según afirman todas las tradiciones, al común de los mortales nos interesa que ganen “los buenos”.


Pero… ¿qué es un ángel? Dado que son nuestros aliados y constituyen los guerreros más poderosos de los ejércitos de la luz, resulta fundamental conocerlos. Los textos antiguos presentan a los ángeles como seres mediadores entre Dios y los hombres. Son entidades puramente espirituales y carentes de materia, poseedoras de cuerpos etéreos que, eso sí, pueden adoptar la apariencia que mejor se les acomode.

Para las tres religiones llamadas “del Libro” (la judía, la cristiana y la islámica) no hay duda de que los ángeles existen y de que son criaturas del Señor, creadas por Él como servidores que intervienen en el mundo cumpliendo sus instrucciones. Judíos y cristianos tienen, además, la común creencia de que los ángeles son “hijos de Dios”. Se trata, incuestionablemente, de seres de la luz, soldados que forman los ejércitos del bien.

Su vínculo con el Creador se refuerza por el significado de su nombre, ya que, según el angeólogo Malcolm Godwin, la palabra “ángel” procede del hebreo mal’akh, término que antiguamente se interpretaba como “la cara oculta de Dios”.

Con posterioridad, pasó a significar “mensajero”. Los ángeles aparecen con profusión en los textos de la Biblia cumpliendo infinidad de tareas como ayudantes de Dios. Por ejemplo, en Génesis 28:12 Jacob sueña con una escalera que une el cielo y la Tierra por la que suben y bajan los ángeles conectando el arriba con el abajo.

En Mateo 2:13, un “ángel del Señor” se aparece en sueños a José para indicarle que coja a María y al Niño y huya con ellos a Egipto para escapar de la persecución de Herodes.

En Lucas 1:26-37, un ángel, concretamente el arcángel Gabriel, se aparece a la Virgen María para anunciarle que dará a luz un hijo a quien pondrá por nombre Jesús. Los ángeles, pues, abundan en los textos sagrados. Por lo que cuenta Daniel, en sus visiones contempló millones de ángeles (Daniel 7:10).

Sin embargo, no existe en la Biblia una sola línea que explique cómo y cuándo fueron creados los ángeles. Para sacar alguna conclusión hay que remitirse al Talmud judío y a las interpretaciones rabínicas de la Mishná, además de adentrarse en las escrituras no canónicas, como el Libro de Enoch y los textos de la Cábala, como El Zohar y el Sefer Yetzirah o Libro de la Formación.

Aun así, las conclusiones a las que se llega sobre este importante asunto son confusas. Para unos, los ángeles aparecieron el cuarto día formando parte de las luminarias del cielo creadas por Dios en esa jornada. Otros estudiosos creen, sin embargo, que fue durante el segundo día cuando Dios creó el cielo separado de las aguas y que en esa morada celeste colocó a los ángeles. También hay quien defiende que los ángeles fueron creados el quinto día junto con las criaturas volátiles que pueblan el aire.

Puede, incluso, que estas opiniones no sean excluyentes y que, dado su enorme número y los distintos tipos de ángeles que presuntamente hay, Dios los creara durante esos tres días.

La Jerarquía Angelical

Dios - Angeles, angelicales, celestial, santidadSi su origen es dudoso, no lo son en absoluto los diferentes tipos de ángeles existentes y el orden jerárquico que estructura sus fuerzas. De explicar cuáles son las categorías angélicas se ocupó Dionisio Areopagita, un teólogo bizantino del siglo V que utilizó ese nombre como pseudónimo.

En su tratado sobre la jerarquía celestial ordena la tipología de los distintos ángeles y forma tríadas de coros que se disponen en torno al Señor para cantar sus alabanzas. En total suman nueve categorías organizadas de la siguiente forma:


Triada Superior

Coro primero: serafines.

Coro segundo: querubines.

Coro tercero: tronos.


Triada Intermedia

Coro cuarto: dominaciones

Coro quinto: virtudes.

Coro sexto: potestades.


Triada Inferior

Coro séptimo: principados.

Coro octavo: arcángeles.

Coro noveno: ángeles.


Los miembros de cada categoría son numerosos y solo se conocen los nombres individuales de algunos ángeles que alcanzaron fama por algún motivo. En el coro de los arcángeles están los nombres más conocidos, como Miguel, Gabriel y Rafael. Y, por supuesto, los ángeles no se dedican exclusivamente a cantar himnos al Señor.

Dada la cantidad de tareas que exige el manejo del Universo y teniendo en cuenta el permanente activismo de las fuerzas del mal, los ejércitos angélicos han estado muy ocupados en todas las épocas. Y lo siguen estando. Sus responsabilidades son variadas en función de los autores que consultemos. Simplificando –y en rasgos muy generales–, diré que los serafines se ocupan del correcto movimiento de los cielos y los querubines, de la luz y las estrellas. Los tronos, según algunos investigadores, tienen forma de rueda y su tarea es el transporte. Las dominaciones se ocupan de organizar la correcta actuación de las dos categorías que dependen de ellos: las virtudes, que son los encargados de hacer los milagros, y los poderes o potestades, que atienden a las almas extraviadas cuando abandonan el cuerpo al morir. La última tríada reúne las categorías de ángeles más próximos a la Tierra y que más contacto tienen con los seres humanos. Los principados, a quienes algunos autores llaman “ángeles integradores”, se ocupan de dar protección a los países y a las ciudades, procurando que prosperen todas las organizaciones que reúnen a grandes colectivos. Los arcángeles forman un gremio especial, con tareas propias para cada uno de ellos, además de dirigir el último grupo de la jerarquía: los ángeles, las entidades más cercanas a los hombres y llamadas, por eso, guardianes o ángeles de la guarda.

¿De Dónde Salen los Demonios?

Lo que sí está claro es que, cumplidos los siete días de la creación y terminada la obra de Dios, todo era luz y ningún espíritu de la oscuridad enturbiaba el Paraíso. Solo había ángeles. ¿Qué ocurrió? En los textos quedan los vagos ecos de una batalla entre los ángeles, de una afrenta contra el Creador y de una rebelión celeste por parte de un grupo de espíritus descontentos.

En Génesis 6:1-2 se lee: “Cuando los hombres empezaron a multiplicarse en la Tierra y les nacieron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres estaban bien y tomaron para sí las que más les gustaban”. Los “hijos de Dios”, es decir, los ángeles, tomaron para sí a las hijas de los hombres, haciéndolas sus esposas. Y a Yahvé eso no le gustó nada, ya que decidió de inmediato reducir la duración de la vida humana a 120 años, además de provocar el Diluvio Universal para que las aguas terminaran con aquella abominación de la carne. Importante castigo. A la violencia de las aguas solo sobrevivió Noé con su familia. Y, en cuanto a la longevidad, hay que tener en cuenta que en la etapa previa al Diluvio los humanos superaban los 900 años de edad. Matusalén, por ejemplo, cumplió 969. Hay que ir al Libro de Enoch, conocido también como Libro de los guardianes, para saber los detalles de esta rebelión, organizada precisamente por los vigilantes o ángeles guardianes. Ocurrió en tiempos de Jared, cuando ya habían pasado siete generaciones desde Adán y Eva. Cuenta Enoch que 200 ángeles guardianes, atraídos por la concupiscencia y por la carne que veían en los cuerpos hermosos de las humanas, abandonaron sus obligaciones para aparearse con ellas. De esa cópula imposible y antinatural entre el espíritu y la materia nacieron los nefilims, unas criaturas gigantescas y terroríficas que practicaban la antropofagia, el canibalismo y el vampirismo. Según aclara el apócrifo La vida de Adány Eva, la rebelión se amplió cuando el arcángel Miguel, siguiendo instrucciones del Creador, exigió a todos los ángeles que prestaran obediencia al hombre. Un gran número de ángeles se negó a hacerlo. Voces tan cualificadas como las del evangelista Juan y la de Santo Tomás de Aquino afirman que una tercera parte de todas las jerarquías angélicas se sumó a la sublevación. Así empezó la gran batalla entre el bien y el mal y así surgieron los demonios, que no son otra cosa que los ángeles caídos y su descendencia. Lo advierte Enoch en su libro: “Y ahora los gigantes que han nacido de los espíritus y de la carne serán llamados en la Tierra `espíritus malignos´ y sobre la Tierra estará su morada”.
El Diluvio terminó, efectivamente, con sus cuerpos, pero sus espíritus sobrevivieron. En ese primer enfrentamiento masivo entre la luz y la oscuridad se distinguieron algunos de los ángeles rebeldes. Por ejemplo, Shemihaza, cabecilla de los 200 guardianes sublevados. Bajo su mando, al frente de una escuadra, estaba Azazel, demonio citado en el Levítico. También destacaron ciertos ángeles de la luz. Sobre todo, los arcángeles. Siguiendo las órdenes del Creador, Miguel anunció a Shemihaza que perecerían todos los rebeldes que se habían unido con mujeres, al igual que su descendencia. Y Rafael encadenó a Azazel de pies y manos y lo arrojó a las tinieblas, y sobre él echó “piedras ásperas y cortantes”. Y Gabriel hizodesaparecer a los hijos de los vigilantes enfrentándolos en una “guerra de destrucción”. En cualquier caso, los espíritus de los demonios quedaron esparcidos por la Tierra y el mundo se dividió entre la luz y la oscuridad.

Clases de Demonios

Los demonios son numerosos. En 1568 el demonólogo y escritor protestante Jean Wier los tenía ya perfectamente numerados y catalogados. Existían 72 príncipes y 7.405.926 diablos, que se organizaban en 1.111 legiones compuestas cada una por 6.666 abortos del infierno. “Salvo error de cálculo”, indica prudentemente el erudito. A lo largo de la Edad Media y del Renacimiento se hicieron muchas y meditadas clasificaciones de los espíritus diabólicos. Una de ellas, realizada en el siglo XVI, corresponde al demonólogo y padre jesuita Martín del Río, que distinguió seis tipos con estas características:

1. Demonios ígneos: ocupan las capas más altas de la atmósfera y se interesan poco por lo que ocurre en la Tierra.

2. Demonios aéreos: planean en el aire y aterrizan con frecuencia. Abundan, por lo que suelen ser los más invocados por los magos y los brujos. Son de talante colérico y les encanta provocar terribles tormentas sin el anuncio previo de nubes.

3. Demonios terrestres: viven en la tierra y se dividen, a su vez, en tres subgéneros.

Demonios de los bosques: atormentan a los cazadores y, si son íncubos, violan a las doncellas que se internan entre los árboles.

Demonios de los campos: destruyen las cosechas y los pastos que nutren al ganado.

Demonios urbanos: se instalan en las ciudades y salen casi siempre por la noche para tentar a los humanos.

4. Demonios acuáticos: viven tanto en el mar como en el agua dulce de los ríos y los lagos. Son numerosos en la Costa de la Muerte de Galicia (España) y en los litorales de Irlanda, Escocia y Bretaña. Cuando se hacen visibles suelen tomar la apariencia de mujeres hermosas, como ninfas, náyades y sirenas.

5. Demonios subterráneos: infestan el interior de la Tierra y agreden a quien excava o transita por galerías subterráneas, como los mineros. Manejan a su antojo las fuerzas telúricas de los volcanes y las aguas subterráneas.

6. Demonios lucífugos: es el último género y resulta el más tenebroso. Pertenecen hasta tal punto al mundo de la oscuridad que mueren si les da la luz, de forma que son necesariamente fotofóbicos. De hábitos nocturnos, cuando sale el Sol se ocultan en sótanos y lugares cerrados donde la luz no puede entrar. Están emparentados, obviamente, con los vampiros (MÁS ALLÁ, 169, 205, 218 y 221). Es prácticamente imposible que el ojo humano los capte, pero los búhos, las lechuzas y los gatos los ven con facilidad.

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