El Conocimiento de lo Bueno y de lo Malo
“Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal”
– Génesis 2:8,9
UNA DE LAS MAS IMPORTANTES
características del Plan de Dios es el concepto de la ciencia del bien y del mal. Este concepto es importante en todos los planos de existencia inteligente. Una adecuada comprensión de este tema nos permite tener una correcta apreciación de lo bueno frente a lo malo o el de una buena palabra frente a una mala. Un completo entendimiento del bien y del mal llega al núcleo de nuestra comprensión por ser una creación inteligente, así también a los pensamientos, las motivaciones y la voluntad. Sugerimos aquí cinco pasos progresivos y necesarios para una correcta y completa comprensión del bien y del mal.
1) El conocimiento del bien y del mal nos permite analizar si la manifestación exterior, en acción o palabras, muestra bondad o falta de ella.
2) Nos permite conocer los pensamientos y los motivos que conducen al bien y el mal, reflejado en las acciones.
3) Al medir las dos acciones (el paso 1), los pensamientos así como los motivos (el paso 2), hay que colocarlas al nivel de las Escrituras –el estándar Divino – Hebreos 4:12.
4) Basados en la comparación de acciones, pensamientos y motivaciones de la norma Divina, podamos ser capaces de distinguir con rapidez y de forma coherente entre lo que es verdaderamente bueno frente a lo malo. Dicho de otro modo, el desarrollo de una formación de conciencia del bien y del mal – Hebreos 10:22; 9:14.
5) Aplicando el discernimiento, la comprensión y la conciencia a través de la experiencia, desarrollar un carácter que con el tiempo se incline cada vez más hacia lo bueno. De igual modo los motivos, pensamientos y voluntad, así como las acciones, hechos y palabras – Santiago 1:22-25.
Estos pasos son necesarios para toda la humanidad, de modo que aprendan acerca de la venida del reino de Cristo, que puedan alcanzar la perfección y por ende la vida eterna en la tierra. Sin embargo, para los que en la iglesia seguimos los pasos de nuestro Señor, es fundamental que hagamos estas cosas con nuestra vocación y elección segura.
Hay dos condiciones en la actualidad en el esfuerzo por cumplir este desafío: en primer lugar, porque somos pecadores por naturaleza, no es natural, ni agradable según la carne seguir los cinco pasos que se indican. La carne se rebela contra la idea de examinar las acciones y motivaciones, el aceptar la medición a través de la norma Divina. Además, a la carne no le gusta el cambio, ya que vive el ‘viejo hombre’, quien ha fijado sus formas y contenido con el estado de cosas actual (Efesios 4:22).
La segunda razón por la cual este proceso se torna difícil es porque va en contra de la tendencia del mundo que nos rodea. Un análisis correcto por parte del mundo, en los principios del bien y del mal es su falta de comprensión. Es sin duda lo que está provocando que se ingrese en el ‘tiempo de tribulación’, que si no se acorta, dicen las Escrituras, dará como resultado que el hombre provoque su propia destrucción – Mateo 24:21-22.
EL ÁRBOL DEL CONOCIMIENTO DEL BIEN Y DEL MAL
Para comprender como se aplican los pasos y poder conocer realmente el bien y el mal es necesario que examinemos la forma en que estos principios se encuentran en el Plan de Dios con relación al hombre. Gran parte de esto se muestra en los capítulos 2 y 3 del Génesis. En el capítulo 2, de acuerdo a la narración de la Creación, tenemos los primeros de estos principios. La Escritura indica que en medio del paraíso, lugar que Dios había preparado para la vivienda del hombre, plantó dos árboles con nombres inusuales. Génesis 2:9 dice: “Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal”.
Nuestro tema no es acerca del “árbol de la vida”, es más bien “del árbol de la ciencia del bien y del mal”. ¿A qué tipo de árbol literalmente se refiere? Lo que sabemos es que daba sus frutos y examinaremos su importancia para conocer lo que simboliza. De este sólo versículo, no es posible conocer todo el alcance de su simbolismo, lo que realmente se indica es que este árbol, de alguna manera, señalaba dos principios ‘el bien y el mal’ y que sería importante para el hombre conocerlos.
Más adelante, en el mismo capítulo, encontramos una segunda referencia a este árbol, en la que Dios da instrucciones al hombre a no comer su fruto. Estos versículos dicen: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16,17). Es evidente que las instrucciones que Dios dio a Adán fue una referencia figurativa del ‘árbol del conocimiento del bien y del mal’, aunque era un árbol literal. El mandato en sí mismo, fue claro y no figurativo en su totalidad, ‘porque el día que de él comieres, ciertamente morirás’. Esta segunda referencia claramente añade el pensamiento de este árbol simbólico, que tanto el bien y el mal, tenían resultados y consecuencias.
Debemos tener en cuenta que no tenemos constancia que Adán conociera plenamente los principios del bien y del mal o sus consecuencias. Había visto y experimentado lo bueno, pero no lo malo, por lo que es inadecuado en algunos aspectos que pudiera entender completamente la importancia de lo que Dios le había dicho. Sin embargo, creemos que él tenía un entendimiento de la vida frente a la muerte, porque había sido testigo cuando vio esta realidad en los animales inferiores de la creación. Sin duda, había visto el proceso de nacimientos y la belleza de un recién nacido en la vida animal.
También sabía, incluso sin que se lo dijera Dios, que los animales inferiores no fueron creados para vivir eternamente como el hombre y probablemente había visto la muerte (en un entorno natural y de manera pacífica) de varios seres de la creación animal. Por lo tanto, a partir de la observación sabía que la muerte era el olvido, la inexistencia, un regreso al polvo de la tierra. Ellos tenían un conocimiento suficiente para comprender que el incumplir el mandato de Dios, de no comer del árbol, traería la consecuencia de experimentar el mismo destino, la muerte y el olvido, como lo había visto en los animales inferiores. Adán conocía la bondad de Dios, sabía lo que la vida y la muerte significaban, al ser creado a imagen de Dios, conocía que era importante seguir las órdenes de su Creador.
LAS MENTIRAS DE SATANÁS
En Génesis, capítulo 3, tenemos el registro de la tentación de Satanás a nuestros primeros padres por medio de la serpiente. ¿Como utilizó Satanás la serpiente y cuál fue la forma que tomó? No están detalladas en la Escritura, sólo que era “más astuta” que cualquiera de las otras criaturas en el jardín. Después que Eva mencionó la sanción que había sido pronunciada si comían del árbol prohibido, ‘la muerte’, Satanás dijo la primera de varias mentiras. Leemos en Génesis 3:4, “Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis”. Satanás no negó el mandato que Dios había dado y que Eva había mencionado correctamente. Sin embargo, negó abiertamente el castigo que se daba como resultado de desobedecer el mandato de Dios. Esta es la gran mentira aceptada por la madre Eva y también la mentira que ha impregnado las creencias religiosas hasta el día de hoy. El pueblo consagrado del Señor, engendrado por el Espíritu de Verdad, son una pequeña minoría en la tierra, quienes entienden correctamente la naturaleza y realidad de la muerte.
Para Satanás, la declaración que hizo fue diseñada para capturar la atención de Eva y atraerla con más sutileza en lo que dijo a continuación, según se lee en Génesis 3:5, “sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”. Satanás sugiere que al comer el fruto prohibido les traería mucha sabiduría y conocimiento, tanto así que Adán y Eva se convertirían en dioses (Elohim en hebreo) al igual que su Creador, de tal modo, que así como Dios, conocerían de manera intuitiva, todos los principios del bien y del mal. Según Satanás, el fruto del árbol les daría ese conocimiento y nunca tendrían miedo de caer en el pecado porque tal conocimiento intuitivo, sin duda, daría como resultado evitarlo y recibir sus consecuencias. Deliberadamente en este versículo dice “sabe Dios” que todas estas cosas obtendrían si comían el fruto. Estas fueron las mentiras de nuestro gran adversario, Satanás.
Satanás ha utilizado estas mentiras a través de las edades, causando errores y engañando a los hombres para hacerles creer que conocen por sí mismos lo que es bueno y malo, sin la ayuda de Dios. Los resultados han sido desastrosos. Como una reflexión podemos ver que a través de los siglos, esto ha producido un menoscabo en la calidad de la justicia, hasta el punto que en la actualidad existe mayor dificultad en la humanidad para hacer una distinción correcta entre el bien y el mal. Esto ha ocurrido porque el hombre se ha separado y alejado de Dios dejando de lado las normas establecidas en las Escrituras; las ha reemplazado con sus propios razonamientos que tienen su origen en las mentiras de Satanás.
CAYENDO EN LA TENTACIÓN
Volviendo al relato de Génesis 3, vemos la acción en la tentación de Satanás, no sólo su flagrante mentira sino también su obra sutil. En Génesis 3:6 dice: “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”. Lo primero que observamos es que llamó la atención el hecho de que el árbol y su fruto eran buenos a la mirada de los ojos. Tal vez ella pensó en la afirmación de Satanás al decirle que no moriría, que ese árbol que se veía bueno y con tan bellos frutos no podría causarle la muerte si lo comía. La declaración de Satanás parecía verosímil. Aún más, el árbol parecía tener un atractivo especial, casi misterioso y que destacaba entre todos los demás. De todos los árboles en el jardín, este parecía ser el que podría traer la sabiduría y comprensión del bien y del mal, por eso había sido llamado así. Eva meditó en todas las declaraciones y es evidente que consideró correcto lo que dijo la serpiente. Todo había sido considerado por ella, entonces juntamente con Adán, como dice la Escritura, tomaron el fruto y comieron.
OBEDIENCIA, LA PRUEBA REAL
En Génesis 3:7 dice, “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos”. ¿Estuvo en lo correcto Satanás? De hecho, había dicho que sus ojos serían abiertos al obtener la sabiduría necesaria para ser dioses lo cual les permitiría conocer el bien y el mal. Aunque este versículo dice que sus ojos fueron abiertos, lo que se abrió en ellos no fue la sabiduría, sino su desnudez no sólo literal. Delante de Dios, en forma figurada se mostró la desnudez de su desobediencia a su mandato. Ellos fueron culpables y lo entendieron de inmediato. Esta es en realidad, la razón por la que sus ojos se abrieron y su conciencia se marchitó. Supieron que habían hecho lo malo en lugar de lo bueno ante los ojos de su Creador. Entonces empiezan a observar de una manera muy diferente lo que Satanás había prometido en su mentira, el conocimiento de la ciencia del bien y del mal.
Al examinar la experiencia de Adán y Eva, con todas las artimañas y mentiras que Satanás había expresado a través de la serpiente, es que la simple obediencia a las instrucciones de Dios fue la verdadera prueba de nuestros primeros padres. Dios había dado una orden y no había razón para cambiarla. No importaba la apariencia del árbol o de sus frutos, ni cual era su nombre. No importaba la sanción, si Adán o Eva creían que la pena se llevaría a cabo. Sólo debería importarles que Dios, el Creador, había dado una orden a su creación, era simple, fácil de entender y cumplir. Obediencia era todo lo que se necesitaba y lo que absolutamente Dios requería. Este principio de obediencia en el corazón, ha sido y será siempre la prueba definitiva para toda la creación inteligente de Dios. La obediencia, en su esencia misma está al frente de un verdadero entendimiento del bien y del mal. Eva, así como Adán, en toda su racionalización de pensamiento en relación con la belleza del árbol, su fruto deseable, su atractivo y su escepticismo a la sanción, fallaron ante la prueba de la obediencia. Esta es la lección al pueblo del Señor y finalmente toda la humanidad debe aprenderla si realmente desea llegar a un pleno conocimiento del bien y del mal.
ENSEÑANZAS PARA LA IGLESIA
Mientras caminamos en este sendero estrecho, debemos aprender los principios del bien y del mal, luego esforzarnos por hacer que nuestro carácter sea moldeado como dice Pablo en Romanos 12:9, “El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno”. Miremos de nuevo los cinco pasos mencionados anteriormente y establezcamos un punto de referencia con cada uno de ellos.
1) El conocimiento del bien y del mal nos permite analizar si la manifestación exterior, en acción o palabras, muestra bondad o la falta de ella.
Examinemos continuamente nuestras acciones, palabras y actividades diarias, para saber si son realmente buenas o si tal vez se han empañado incluso con una pequeña acción del mal. Si es así, recordemos siempre pedir perdón al Señor y a otros si es necesario, por cualquier palabra mal dicha o acción mal cometida.
2) Nos permite conocer los pensamientos y los motivos que conducen al bien y el mal, reflejado en las acciones.
Examinemos nuestros corazones y motivos para ver si son fundados sobre intenciones buenas y puras. Las Escrituras dicen, “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23). “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos” – Salmo 139:23.
3) Al medir las dos acciones (el paso 1), los pensamientos así como los motivos (el paso 2), hay que colocarlas al nivel de las Escrituras –el estándar Divino – Hebreos 4:12.
Seguir observando el modelo contenido en las Escrituras como una vara que mide nuestras acciones, motivos y pensamientos. No desvirtuar la norma de lo bueno, ni variar la gravedad del mal, utilizando un razonamiento humano. Usar la Palabra de Dios como poderosa espada de dos filos, que penetra “hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” – Hebreos 4:12.
4) Basados en la comparación de acciones, pensamientos y motivaciones de la norma Divina, debemos ser capaces de distinguir con rapidez y de forma coherente entre lo que es verdaderamente bueno frente a lo malo. Dicho de otro modo, el desarrollo de una formación de conciencia del bien y del mal – Hebreos 10:22; 9:14.
Seamos plenamente conscientes que al hacer esto, estamos participando de la Palabra de Dios como si comiésemos carne en lugar de leche, esto se indica en las palabras de Pablo, Hebreos 5:14, “pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”. En este versículo, vemos una relación directa entre la carne, la Palabra de Dios y el discernimiento de lo bueno y lo malo; esto sólo será posible si por “la razón del uso” o “el hábito del uso”, continuamos en el ejercicio de nuestros sentidos espirituales. Sólo entonces la Palabra de Dios será la carne que nos da el discernimiento entre el bien y el mal.
5) Aplicando el discernimiento, la comprensión y la conciencia a través de la experiencia, desarrollar un carácter que con el tiempo se incline cada vez más hacia lo bueno. De igual modo los motivos, pensamientos y voluntad, así como las acciones, hechos y palabras – Santiago 1:22-25.
Continuemos realizando esto, porque se necesita ejercerlo toda una vida. No se conseguirá hacerlo en un día, un mes o un año. No se podrá hacerlo a la perfección, ni vamos a estar siempre satisfechos con nuestro progreso. Sin embargo, no olvidemos que tenemos un gran Sumo Sacerdote y Abogado, Jesucristo; también un Padre Celestial, quienes nos aman como un padre ama a su hijo. Que desean por encima de lo que hacemos, que tengamos éxito en este esfuerzo, por lo que “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gálatas 6:9). Nótese que la Escritura no dice que vamos a cosechar, si somos perfectos, o que vamos a cosechar si hacemos justicia el 75% del tiempo, o si nos alejamos del mal el 80% del tiempo. Vamos a cosechar “si no desmayamos”, si continuamos en el esfuerzo de hacer el bien.
TODA LA HUMANIDAD CONOCE EL BIEN Y EL MAL
Si somos fieles hasta la muerte, si nos acercamos plenamente al conocimiento del bien y del mal, si desarrollamos un carácter a semejanza de nuestro Señor, tendremos el privilegio más bendito e imaginable, ayudando al resto de la humanidad en la próxima edad, con la experiencia de aprendizaje del bien y el mal. Tendremos la oportunidad de ayudarles a ver y experimentar el contraste entre el mal que conocieron y experimentaron en esta vida como consecuencia de la caída del hombre; asimismo a recibir el bien que llegará a través de la lluvia de bendiciones y las enseñanzas del Nuevo Pacto en el Reino de Cristo. Luego, después de haber comido del árbol del conocimiento del bien y del mal, la humanidad será capaz de estar delante de su Creador, habiendo desarrollado el conocimiento a través de la experiencia, con los ojos abiertos conociendo el carácter de Dios, plenamente perfeccionado y digno de la vida eterna.
El árbol del conocimiento del bien y del mal se verá como algo figurativo y sólo existirá en la memoria, el único árbol en medio del paraíso terrenal restaurado será el otro árbol simbólico que se menciona en Génesis 2:9, el “árbol de la vida”. Apocalipsis 22:14 habla de este glorioso momento y la condición al final del Reino, “Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad”. Oramos para que este tiempo venga pronto, que todos puedan realmente tener un exacto conocimiento del bien y del mal, que hayan aprendido sus lecciones.