jueves, 7 de abril de 2016

“¿Debemos de Humillarnos?”


 “¿Debemos de Humillarnos?”

 nos ayudará a comprender el sacrificio supremo de nuestro Señor Jesucristo, que siendo el cordero perfecto, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse…se humillo a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

¡El ejemplo máximo de humillación!

En Filipenses 2:3-8 Pablo escribe:

Nada hagáis por contienda o por vanagloria;  antes bien con humildad,  estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio,  sino cada cual también por lo de los otros. Haya,  pues,  en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,  el cual,  siendo en forma de Dios,  no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo,  tomando forma de siervo,  hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre,  se humilló a sí mismo,  haciéndose obediente hasta la muerte,  y muerte de cruz.
Si nuestro Señor Jesús lo pudo hacer, entonces también nos toca a nosotros hacer lo mismo para ser imitadores de Él.

En 1 Corintios 11:1 Pablo dice:

Sed imitadores de mí,  así como yo de Cristo.
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Un ejemplo de humillación.



Juan el Bautista nos da un ejemplo de su humillación en Marcos 1:7-8

Y predicaba,  diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo,  a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado. Yo a la verdad os he bautizado con agua;  pero él os bautizará con Espíritu Santo.
“Veamos el reconocimiento de Juan de la grandeza de Jesús, “Juan se cree indigno del oficio más vil ante Cristo. Los santos más eminentes siempre han sido los más humildes. Sienten, más que los otros, su necesidad de la sangre expiatoria de Cristo y del Espíritu santificador”.[1]

“En estos versículos, Marcos nos informa que la doble descripción comparativa que Juan nos entrega acerca de Jesús, indica a). Que Jesús es superior en majestad, “más poderoso que yo” (v.7), y b). que su actividad es igualmente superior (v. 8). El Bautista creyó necesario realzar este contraste entre él y su Maestro, porque muy pronto el pueblo comenzó a preguntarse si tal vez no sería Juan el Cristo (Lc. 3:15; cf. Jn. 1:19, 20; 3:25–36). Juan 1:19–27 también relata que Juan rechazó sin reservas tal concepto, por demás erróneo y reprensible. Es cierto que Jesús nació después que Juan y que empezó su ministerio público después que Juan (Lc.1:26, 36; 3:23). Pero entre Cristo y el Bautista existía una diferencia cualitativa. La diferencia entre lo Infinito y lo finito, entre lo Eterno y lo temporal, entre la Luz original del sol y la reflejada por la luna (cf. Jn. 1:15–17).

A fin de subrayar el contraste que había entre él y su Señor, Juan usa una ilustración tomada de las costumbres de su tiempo. Cuando un amo llegaba a casa agotado por un viaje y con sus sandalias llenas del polvo del camino, el sirviente o esclavo trataría, por todos los medios posibles, que se sintiera cómodo. Con leves variaciones, el Nuevo Testamento registra en esencia la misma figura. Sea que se hable de desatar las correas de las sandalias (Lc. 3:16; Jn. 1:27), de inclinarse (solo Marcos añade este detalle) y desatar las correas (Mr. 1:7), de desatar el calzado (Hch. 13:25), o aun de quitar las sandalias (Mt. 3:11), la idea básica es que el subordinado se inclina a fin de soltar las correas del calzado, llevándoselo luego para limpiarlo.

Cuando el Bautista dice que no es digno de desatar las correas de las sandalias de Jesús, está mostrando profunda y auténtica humildad. Esto se apreciará mejor si tenemos presente que, de acuerdo a una antigua tradición judía, la diferencia entre un “discípulo” y un “siervo” (o “esclavo”) era que el discípulo estaba pronto a realizar cualquier servicio que un criado hiciese, excepto desatar las sandalias de su maestro. De modo que, lo que aquí se implica son tres etapas ascendentes de humildad:

a. El discípulo está pronto para prestar casi cualquier servicio.

b. El esclavo o el más humilde de los siervos está pronto a prestar cualquier servicio.

c. El Bautista se considera indigno de prestar el servicio de desatar las correas del calzado de su Maestro. En relación con esto, véase CNT sobre Filipenses 2:3, 5–8 y 1 Timoteo 1:15.[2]

¿Debemos humillamos nosotros?

2 Crónicas 7:14  “Si se humillare mi pueblo,  sobre el cual mi nombre es invocado,  y oraren,  y buscaren mi rostro,  y se convirtieren de sus malos caminos;  entonces yo oiré desde los cielos,  y perdonaré sus pecados,  y sanaré su tierra”.
¿Qué piensa usted? ¿Debemos humillarnos?

Por José Alberto Vega

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