martes, 10 de mayo de 2016

¿De Dónde Salen los Demonios?


Para muchos, los Angeles son simples personajes mitológicos, para otros, mensajeros del Creador en la Tierra y guardianes del bienestar de los humanos. Aunque se ha escrito mucho sobre ellos, en realidad sabemos muy poco sobre su extraña y singular naturaleza, así como sobre sus enemigos: los Demonios, las huestes del mal y los habitantes de las sombras. Tanto es así que podemos llegar a confundir a los primeros con los segundos.

En el principio, cuando nada estaba creado, surgió la luz y se diferenció de la oscuridad dando nacimiento a dos mundos de características opuestas e irreconciliables. La luz se convirtió en la manifestación del bien y dio lugar a los ángeles.

La oscuridad supuso la emanación del mal y en ella prosperaron los demonios. Luz y oscuridad, ángeles y demonios se enfrentan desde el origen de los tiempos en una lucha sin cuartel que todavía continúa. Según narra la Biblia en el Génesis, el primer día de la creación Dios dijo: “¡Hágase la luz!”.

Y la luz se hizo. Como Dios vio que la luz era buena, estableció una división entre la luz y la oscuridad y llamó a la primera “día” y a la segunda “noche”. Contado así, se reconocen unos matices que caracterizarán ya para siempre ambos mundos.

Angeles y Demonios, mal, maldad, satanas, evil
Por ejemplo, se dice que la luz era buena y por eso Dios la separó de la oscuridad. Aunque no esté explícitamente formulado, se deduce que la oscuridad es mala. Así quedan establecidos, desde el origen de la creación, los dos campos opuestos que, poco a poco, se irán cargando con sus exclusivos significados.

La luz será símbolo de nacimiento y vida, de calor y conocimiento, de elevación espiritual, de seres relacionados con la Divinidad y con las alturas celestiales. Por el contrario, la oscuridad representará la degeneración y la muerte, el frío y la destrucción, las bajas pasiones, la oposición sediciosa a la Divinidad y los abismos infernales del inframundo.

También aparecerán los demonios, espíritus maléficos que viven en las tinieblas del abismo y que se ocupan de entorpecer las obras de Dios. Constituyen el ejército de “los malos”, y también se unirán a él otros seres malévolos, como las brujas y los genios de la oscuridad. Así se establecieron los dos bandos enfrentados en una lucha que se inició en tiempos inmemoriales y cuyo fin no se vislumbra.

En tiempos modernos, numerosas novelas han utilizado la ficción para plantear esta eterna disputa entre la luz y la oscuridad, como la trilogía El señor de los anillos, de Tolkien. Para quienes, con independencia de sus ideas religiosas, creen en la existencia del bien y el mal como dos grandes fuerzas opuestas, el resultado de esta lucha es fundamental, ya que lo que está en juego es el sentido del mundo y el destino del ser humano.

Publicidad:

Y, según afirman todas las tradiciones, al común de los mortales nos interesa que ganen “los buenos”.


Pero… ¿qué es un ángel? Dado que son nuestros aliados y constituyen los guerreros más poderosos de los ejércitos de la luz, resulta fundamental conocerlos. Los textos antiguos presentan a los ángeles como seres mediadores entre Dios y los hombres. Son entidades puramente espirituales y carentes de materia, poseedoras de cuerpos etéreos que, eso sí, pueden adoptar la apariencia que mejor se les acomode.

Para las tres religiones llamadas “del Libro” (la judía, la cristiana y la islámica) no hay duda de que los ángeles existen y de que son criaturas del Señor, creadas por Él como servidores que intervienen en el mundo cumpliendo sus instrucciones. Judíos y cristianos tienen, además, la común creencia de que los ángeles son “hijos de Dios”. Se trata, incuestionablemente, de seres de la luz, soldados que forman los ejércitos del bien.

Su vínculo con el Creador se refuerza por el significado de su nombre, ya que, según el angeólogo Malcolm Godwin, la palabra “ángel” procede del hebreo mal’akh, término que antiguamente se interpretaba como “la cara oculta de Dios”.

Con posterioridad, pasó a significar “mensajero”. Los ángeles aparecen con profusión en los textos de la Biblia cumpliendo infinidad de tareas como ayudantes de Dios. Por ejemplo, en Génesis 28:12 Jacob sueña con una escalera que une el cielo y la Tierra por la que suben y bajan los ángeles conectando el arriba con el abajo.

En Mateo 2:13, un “ángel del Señor” se aparece en sueños a José para indicarle que coja a María y al Niño y huya con ellos a Egipto para escapar de la persecución de Herodes.

En Lucas 1:26-37, un ángel, concretamente el arcángel Gabriel, se aparece a la Virgen María para anunciarle que dará a luz un hijo a quien pondrá por nombre Jesús. Los ángeles, pues, abundan en los textos sagrados. Por lo que cuenta Daniel, en sus visiones contempló millones de ángeles (Daniel 7:10).

Sin embargo, no existe en la Biblia una sola línea que explique cómo y cuándo fueron creados los ángeles. Para sacar alguna conclusión hay que remitirse al Talmud judío y a las interpretaciones rabínicas de la Mishná, además de adentrarse en las escrituras no canónicas, como el Libro de Enoch y los textos de la Cábala, como El Zohar y el Sefer Yetzirah o Libro de la Formación.

Aun así, las conclusiones a las que se llega sobre este importante asunto son confusas. Para unos, los ángeles aparecieron el cuarto día formando parte de las luminarias del cielo creadas por Dios en esa jornada. Otros estudiosos creen, sin embargo, que fue durante el segundo día cuando Dios creó el cielo separado de las aguas y que en esa morada celeste colocó a los ángeles. También hay quien defiende que los ángeles fueron creados el quinto día junto con las criaturas volátiles que pueblan el aire.

Puede, incluso, que estas opiniones no sean excluyentes y que, dado su enorme número y los distintos tipos de ángeles que presuntamente hay, Dios los creara durante esos tres días.

La Jerarquía Angelical

Dios - Angeles, angelicales, celestial, santidadSi su origen es dudoso, no lo son en absoluto los diferentes tipos de ángeles existentes y el orden jerárquico que estructura sus fuerzas. De explicar cuáles son las categorías angélicas se ocupó Dionisio Areopagita, un teólogo bizantino del siglo V que utilizó ese nombre como pseudónimo.

En su tratado sobre la jerarquía celestial ordena la tipología de los distintos ángeles y forma tríadas de coros que se disponen en torno al Señor para cantar sus alabanzas. En total suman nueve categorías organizadas de la siguiente forma:


Triada Superior

Coro primero: serafines.

Coro segundo: querubines.

Coro tercero: tronos.


Triada Intermedia

Coro cuarto: dominaciones

Coro quinto: virtudes.

Coro sexto: potestades.


Triada Inferior

Coro séptimo: principados.

Coro octavo: arcángeles.

Coro noveno: ángeles.


Los miembros de cada categoría son numerosos y solo se conocen los nombres individuales de algunos ángeles que alcanzaron fama por algún motivo. En el coro de los arcángeles están los nombres más conocidos, como Miguel, Gabriel y Rafael. Y, por supuesto, los ángeles no se dedican exclusivamente a cantar himnos al Señor.

Dada la cantidad de tareas que exige el manejo del Universo y teniendo en cuenta el permanente activismo de las fuerzas del mal, los ejércitos angélicos han estado muy ocupados en todas las épocas. Y lo siguen estando. Sus responsabilidades son variadas en función de los autores que consultemos. Simplificando –y en rasgos muy generales–, diré que los serafines se ocupan del correcto movimiento de los cielos y los querubines, de la luz y las estrellas. Los tronos, según algunos investigadores, tienen forma de rueda y su tarea es el transporte. Las dominaciones se ocupan de organizar la correcta actuación de las dos categorías que dependen de ellos: las virtudes, que son los encargados de hacer los milagros, y los poderes o potestades, que atienden a las almas extraviadas cuando abandonan el cuerpo al morir. La última tríada reúne las categorías de ángeles más próximos a la Tierra y que más contacto tienen con los seres humanos. Los principados, a quienes algunos autores llaman “ángeles integradores”, se ocupan de dar protección a los países y a las ciudades, procurando que prosperen todas las organizaciones que reúnen a grandes colectivos. Los arcángeles forman un gremio especial, con tareas propias para cada uno de ellos, además de dirigir el último grupo de la jerarquía: los ángeles, las entidades más cercanas a los hombres y llamadas, por eso, guardianes o ángeles de la guarda.

¿De Dónde Salen los Demonios?

Lo que sí está claro es que, cumplidos los siete días de la creación y terminada la obra de Dios, todo era luz y ningún espíritu de la oscuridad enturbiaba el Paraíso. Solo había ángeles. ¿Qué ocurrió? En los textos quedan los vagos ecos de una batalla entre los ángeles, de una afrenta contra el Creador y de una rebelión celeste por parte de un grupo de espíritus descontentos.

En Génesis 6:1-2 se lee: “Cuando los hombres empezaron a multiplicarse en la Tierra y les nacieron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres estaban bien y tomaron para sí las que más les gustaban”. Los “hijos de Dios”, es decir, los ángeles, tomaron para sí a las hijas de los hombres, haciéndolas sus esposas. Y a Yahvé eso no le gustó nada, ya que decidió de inmediato reducir la duración de la vida humana a 120 años, además de provocar el Diluvio Universal para que las aguas terminaran con aquella abominación de la carne. Importante castigo. A la violencia de las aguas solo sobrevivió Noé con su familia. Y, en cuanto a la longevidad, hay que tener en cuenta que en la etapa previa al Diluvio los humanos superaban los 900 años de edad. Matusalén, por ejemplo, cumplió 969. Hay que ir al Libro de Enoch, conocido también como Libro de los guardianes, para saber los detalles de esta rebelión, organizada precisamente por los vigilantes o ángeles guardianes. Ocurrió en tiempos de Jared, cuando ya habían pasado siete generaciones desde Adán y Eva. Cuenta Enoch que 200 ángeles guardianes, atraídos por la concupiscencia y por la carne que veían en los cuerpos hermosos de las humanas, abandonaron sus obligaciones para aparearse con ellas. De esa cópula imposible y antinatural entre el espíritu y la materia nacieron los nefilims, unas criaturas gigantescas y terroríficas que practicaban la antropofagia, el canibalismo y el vampirismo. Según aclara el apócrifo La vida de Adány Eva, la rebelión se amplió cuando el arcángel Miguel, siguiendo instrucciones del Creador, exigió a todos los ángeles que prestaran obediencia al hombre. Un gran número de ángeles se negó a hacerlo. Voces tan cualificadas como las del evangelista Juan y la de Santo Tomás de Aquino afirman que una tercera parte de todas las jerarquías angélicas se sumó a la sublevación. Así empezó la gran batalla entre el bien y el mal y así surgieron los demonios, que no son otra cosa que los ángeles caídos y su descendencia. Lo advierte Enoch en su libro: “Y ahora los gigantes que han nacido de los espíritus y de la carne serán llamados en la Tierra `espíritus malignos´ y sobre la Tierra estará su morada”.
El Diluvio terminó, efectivamente, con sus cuerpos, pero sus espíritus sobrevivieron. En ese primer enfrentamiento masivo entre la luz y la oscuridad se distinguieron algunos de los ángeles rebeldes. Por ejemplo, Shemihaza, cabecilla de los 200 guardianes sublevados. Bajo su mando, al frente de una escuadra, estaba Azazel, demonio citado en el Levítico. También destacaron ciertos ángeles de la luz. Sobre todo, los arcángeles. Siguiendo las órdenes del Creador, Miguel anunció a Shemihaza que perecerían todos los rebeldes que se habían unido con mujeres, al igual que su descendencia. Y Rafael encadenó a Azazel de pies y manos y lo arrojó a las tinieblas, y sobre él echó “piedras ásperas y cortantes”. Y Gabriel hizodesaparecer a los hijos de los vigilantes enfrentándolos en una “guerra de destrucción”. En cualquier caso, los espíritus de los demonios quedaron esparcidos por la Tierra y el mundo se dividió entre la luz y la oscuridad.

Clases de Demonios

Los demonios son numerosos. En 1568 el demonólogo y escritor protestante Jean Wier los tenía ya perfectamente numerados y catalogados. Existían 72 príncipes y 7.405.926 diablos, que se organizaban en 1.111 legiones compuestas cada una por 6.666 abortos del infierno. “Salvo error de cálculo”, indica prudentemente el erudito. A lo largo de la Edad Media y del Renacimiento se hicieron muchas y meditadas clasificaciones de los espíritus diabólicos. Una de ellas, realizada en el siglo XVI, corresponde al demonólogo y padre jesuita Martín del Río, que distinguió seis tipos con estas características:

1. Demonios ígneos: ocupan las capas más altas de la atmósfera y se interesan poco por lo que ocurre en la Tierra.

2. Demonios aéreos: planean en el aire y aterrizan con frecuencia. Abundan, por lo que suelen ser los más invocados por los magos y los brujos. Son de talante colérico y les encanta provocar terribles tormentas sin el anuncio previo de nubes.

3. Demonios terrestres: viven en la tierra y se dividen, a su vez, en tres subgéneros.

Demonios de los bosques: atormentan a los cazadores y, si son íncubos, violan a las doncellas que se internan entre los árboles.

Demonios de los campos: destruyen las cosechas y los pastos que nutren al ganado.

Demonios urbanos: se instalan en las ciudades y salen casi siempre por la noche para tentar a los humanos.

4. Demonios acuáticos: viven tanto en el mar como en el agua dulce de los ríos y los lagos. Son numerosos en la Costa de la Muerte de Galicia (España) y en los litorales de Irlanda, Escocia y Bretaña. Cuando se hacen visibles suelen tomar la apariencia de mujeres hermosas, como ninfas, náyades y sirenas.

5. Demonios subterráneos: infestan el interior de la Tierra y agreden a quien excava o transita por galerías subterráneas, como los mineros. Manejan a su antojo las fuerzas telúricas de los volcanes y las aguas subterráneas.

6. Demonios lucífugos: es el último género y resulta el más tenebroso. Pertenecen hasta tal punto al mundo de la oscuridad que mueren si les da la luz, de forma que son necesariamente fotofóbicos. De hábitos nocturnos, cuando sale el Sol se ocultan en sótanos y lugares cerrados donde la luz no puede entrar. Están emparentados, obviamente, con los vampiros (MÁS ALLÁ, 169, 205, 218 y 221). Es prácticamente imposible que el ojo humano los capte, pero los búhos, las lechuzas y los gatos los ven con facilidad.

Relacionado

lunes, 18 de abril de 2016

La Amistad




La Amistad –  – Reflexión


“La Amistad“, y como ser un buen amigos, este es un tema muy deseado por muchas personas en todo el mundo. Todos quisiéramos saber cómo conocer y tener buenos amigos. y saber quiénes no deben de ser nuestros amigos. Un verdadero amigo es aquel que va a estar contigo en las buenas y en las malas y no verá tus defectos sino tus virtudes. Un buen amigo es para toda la vida. Hay muchas personas que en este preciso momento están sufriendo porque no pueden hacer amigos. Estas personas sufren porque no tienen con quien compartir sus alegrías y sus tristezas  A continuación veremos las características de los buenos amigos.

Cuando empezamos a conocer personas en nuestra niñez y juventud no tenemos el conocimiento y la experiencia en que consiste un buen amigo, muchas veces lo hacemos solo por atracción natural, por simpatía  y resulta que andando el tiempo esa persona se convierte en alguien que no nos conviene como amigo, pues, todos podemos tender a desviarnos del buen camino y eso puede suceder con un mal amigo

Todos creemos que conocemos mucho sobre la amistad ¿Verdad? claro, y todos conocemos sobre el tema, creemos que es de lo más fácil, pero es necesario conocerlo y entenderlo mejor, pues es un aspecto muy importante en nuestra vida.

En todo tiempo ama el amigo, Y es como un hermano en tiempo de angustia” Proverbios 17: 17
Desde el momento que nacemos y vamos creciendo conocemos muchas personas de todo tipo, con las cuales logramos entablar, hay veces, una buena amistad o en otros casos no lo logramos por no congeniar con dichas personas, hay veces por la forma de ser de ellas.

Una buena amistad puede ser muy linda pues nos ayuda a tener una vida balanceada, nos ayuda a poder enfrentar las crisis, podemos conversar y sacar lo que tenemos adentro sin el temor de lo que hablamos se divulgue.

Lo malo es que muchas veces no sabemos cómo entablar una buena amistad con personas que valen la pena, sino que nos dejamos llevar por las primeras impresiones y comenzamos a confiar demasiado en las personas sin antes conocerlas bien. Por este error a la postre todo nos sale mal, sufrimos cuando nos damos cuenta de que tales personas no eran de valor y nos sentimos fracasados en nuestras relaciones interpersonales.

El tema es muy extenso, pero es necesario tratarlo bien a fondo para que que sepamos elegir bien nuestras amistades y saber quien es el único en el que realmente debemos confiar a ciegas.


¿Qué es la amistad?

• Es afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato.

• La amistad es una relación afectiva entre dos o más personas.

• Es un afecto recíproco y desinteresado.

¿Qué clase de amistades tenemos?

Dios nos ha permitido que seamos nosotros mismos los que elegimos nuestros amigos, esto quiere decir que nosotros tenemos la responsabilidad de escoger a nuestros amigos.

El precioso tesoro de la amistad es algo hermoso que Dios nos ha dado, pero muchas veces lo echamos a perder al confiar exageradamente en personas que no merecen que confiemos en ellas, que al darnos cuenta que nos fallaron, nos sentimos mal a tal punto de no que volver a entablar una amistad.

 ¿Quiénes “no” son nuestros amigos?

Saber elegir nuestras amistades y debemos saber quienes dicen ser nuestros “amigos” y realmente  no lo son, a continuación veremos una breve lista de características de alguien que no es nuestro amigo:

No es amigo el que nos envidia.
No es amigo aquel que nos pide que hagas algo que sabes que no debemos hacer.
Aquel que en lugar de darnos un consejo para seguir adelante te dice que ya no insistas.
Amigo no es Aquel que nos acepta como somos sino que quiere que cambiemos.
Aquel que se burla de nuestros fracasos y se ríe de nuestros ideales.
Aquel que habla mal de ti cuando tu no estas.
Aquel que quiere cubrir el pecado.
Aquel que te falta el respeto a ti o tu familia.
Aquel que no cree en nosotros y nos hace de menos.
Aquel que cuando decidimos buscar a Dios se aleja de nosotros.
Aquel que no nos respeta cuando queremos agradar a Dios.

Características de un verdadero amigo:

“El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo…” Prov. 18:24
 Un verdadero amigo no tiene envidia ni celos de ti
 Un verdadero amigo te protegerá y se preocupara por ti.
 Un verdadero amigo permanece a nuestro lado aun cuando todos te dejan.
 Un verdadero amigo nos perdona.
 “El que cubre la falta busca amistad; más el que la divulga aparta al amigo”. Prov.17:9.

Nuestro mejor amigo por excelencia.

En la vida te vas a llevar miles de decepciones, te vas a dar cuenta que muchos de aquellos que pensabas que eran tus mejores amigos, en un momento dado, te dieron la espalda, te dejaron de lado, tacharon tu número de teléfono, te olvidaron y quizás piensas que ya no podrás volver a confiar en nadie más.

La realidad es que ni tú, ni yo somos amigos perfectos, ninguno de nosotros podemos cumplir al pie de la letra todas estas características. Y miles más que seguramente podrías agregar a esta lista.

Pero existe alguien que aunque tú no le ofrecieras tu amistad, el te la dio sin pedir nada a cambio. El te conoce aunque quizás tú no le conozcas, conoce cada detalle de tu vida, está a tu lado y nunca nos ha fallado aunque tú no le hayamos prestado atención cómo él se lo merecía. Ese amigo se llama Jesús.

El ha estado con nosotros en los momentos más difíciles, cuando llorábamos, el lloraba a nuestro lado.  El ha permanecido a nuestro lado siempre a pesar de que nosotros no le hemos creído, aunque  nos  hemos reído de sus palabras, El quiere darnos su amistad incondicional, el se quitó sus ropas de rey, y se hizo hombre para venir a morir por nosotros, para que tuviéramos vida eterna. Porque El quiere tener una amistad intima con nosotros pero nuestras faltas, nos separan de Él.


Jesús te ofrece su amistad, ¿la aceptas? Recuerda que:

Jesús es el Mejor Amigo por Excelencia.

jueves, 14 de abril de 2016

Tiempo de Cambio Estas Cansado Cansada

¿Qué es la Vida Eterna?



¿Qué es la Vida Eterna?


La mayoría de las personas responderá que la vida eterna es lo que le sucede a nuestra alma después de que nuestro cuerpo muere. Muchas personas realmente no saben lo que es la vida eterna, y les basta el poder llegar a saberlo hasta que mueran.


El problema es que si esperamos a morir para saberlo, será ya demasiado tarde, y nos sucederá lo que al hombre rico del que habla Jesús en Lucas 16:19-31.

Dios quiere que sepamos lo que es la vida eterna y que la recibamos hoy, no hasta que muramos. ¿Quieres SABER que es la vida eterna  y como obtenerla?
Jesús nos explica…

Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
Juan 17:3

La vida eterna ES conocer al ÚNICO Dios Verdadero, al de la Biblia, y a su Hijo Jesucristo a quién El envió para salvarnos de la paga de pecado, que es la muerte eterna. Cuando conocemos al Dios Verdadero y a Jesucristo como Salvador y Señor, obtenemos la vida eterna, la cual empieza en el momento que reconocemos esta verdad.
Una verdad que no es revelada mediante carne y sangre (personas), sino mediante Dios Padre y a quien Jesucristo se lo quiera revelar. ¿Te ha revelado ya Dios esta verdad?
Dios dice: “Clama a MI, y yo te responderé, y te enseñare cosas grandes y ocultas que tu no conoces”. Es necesario buscarlo con un corazón dispuesto, abrir las Escrituras y meditar en ellas; ser pobres de espíritu reconociendo que necesitamos conocer al Dios verdadero y no al dios que nos hemos creado con nuestra mente.

No es creer en Dios lo que nos dará la vida eterna, los demonios también creen en Dios y tiemblan (porque ya saben a donde van a parar); sino conocer al ÚNICO Dios Verdadero mediante un encuentro con Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás, pero Jesucristo nos lo ha dado a conocer. Es solamente mediante el regalo que Dios nos da en Su Hijo Jesucristo, que podremos conocer al Dios Verdadero y heredar la vida eterna.  Jesús dijo: “el que me ha visto a mi, ha visto al Padre”.

Dios quiere, que sepamos como obtener la  vida eterna junto a Él, una vida espiritual que comienza en el día que lo recibes en tu corazón. Y porque la Biblia lo dice, también sabemos que cuando nuestro cuerpo muera, recibiremos otro cuerpo glorificado y viviremos como dice el libro de Apocalipsis: en un lugar celestial donde ya no habrá mas sufrimiento, ni hambre, ni sed, ni dolor alguno. El Cordero, Jesucristo, nos guiará a manantiales de aguas de vida y Dios enjugará toda lágrima de nuestros ojos (Apocalipsis 7:16-17).
Dios nos ha dejado todo escrito en Su Palabra, la Biblia, para que SEPAMOS que tenemos la vida eterna al Creer en Él, y que no seamos engañados por falsos profetas que pueden manipularnos o que quieren “vendernos” el poder llegar al cielo.
Es en esta tierra, mientras nuestro cuerpo aún vive, que Dios quiere darnos la vida eterna espiritual que empieza cuando lo conocemos a EL en una relación personal a través de Jesús.

Estas cosas os he escrito a vosotros que creeis en el nombre del Hijo de Dios, para que SEPAIS que tenéis vida eterna.
1 Juan 5:13

No es para los que creen en dios, en algún dios, sino para los que creemos en el nombre del Hijo de Dios, en Jesucristo, los que SABEMOS que tenemos desde ahora la vida eterna.

Si aún no tienes la seguridad de tu vida eterna, Dios quiere que SEPAS que la tienes al creer en SU HIJO JESUCRISTO. Recibe el regalo de Salvación hoy, Jesús entrará en tu corazón si tu se lo abres, y el Espíritu Santo te guiará a toda la Verdad de la Palabra de Dios.  Traerá convicción de pecado a tu vida, recibirás el don del arrepentimiento, sabrás que Jesús fue a la cruz para perdonar todos tus pecados (aunque quieras llamarles errores o ignorancia, Dios dice que son pecados) y obtendrás una nueva vida en EL y la certeza de la vida eterna. Haz a Jesucristo el Señor de tu vida y decide vivir bajo su señorío, porque El ha venido a darnos vida, y vida en abundancia.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en EL, no se pierda, mas tenga vida eterna. Juan 3:16



miércoles, 13 de abril de 2016

¿Qué es la Ética Cristiana?




¿Qué es la Ética Cristiana?



Pregunta: "¿Qué es la Ética Cristiana?"

Respuesta: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene” (Colosenses 3:1-6).

Aunque mucho más que una lista de mandatos positivos y negativos, la Biblia nos da instrucciones detalladas sobre cómo vivir como debería el cristiano. La Biblia es todo lo que necesitamos para saber cómo vivir la vida cristiana. Sin embargo, la Biblia no trata explícitamente cada situación que podamos enfrentar en nuestras vidas. ¿Cómo, entonces, es suficiente? Esto es el por qué de la ética cristiana.

La ciencia define la ética como, “una colección de principios morales, el estudio de la moralidad.” Por lo tanto, la Ética Cristiana consiste de los principios, derivados de la fe cristiana, por los cuales actuamos. Mientras la Palabra de Dios no trata cada situación que podamos enfrentar a través de nuestras vidas, sus principios nos dan un estándar por el cual debiéramos conducirnos en tales situaciones donde no hay instrucciones explícitas. Por ejemplo, la Biblia no dice nada explícitamente del uso de las drogas ilegales, pero basado en principios que aprendemos a través de las Escrituras, podemos saber que esto es malo.

Por un lado, la Biblia nos dice que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo y que debiéramos honrar a Dios a través de ello (1 Corintios 6:19-20). Sabiendo lo que estas drogas hacen a nuestros cuerpos - el daño que causan a varios órganos - sabemos que al usarlos estaríamos destruyendo el templo del Espíritu Santo. Esto seguramente no honra a Dios. La Biblia dice también que debiéramos someternos a las autoridades que Dios Mismo ha puesto sobre nosotros (Romanos 13:1). Ya que estas drogas son ilegales, al usarlas, no estamos sometiéndonos a las autoridades, sino rebelándonos contra ellos. ¿Significa esto que si estas drogas ilegales fuesen legalizadas entonces estaría bien usarlas? No sin violar el primer principio.

Por usar los principios que encontramos en las Escrituras, los cristianos pueden determinar el camino que debieran seguir en cada situación. En algunos casos será fácil, como los reglamentos para la vida cristiana que encontramos en Colosenses, el capítulo 3. En otros casos, sin embargo, necesitaremos estudiar la situación con más profundidad. La manera absolutamente mejor para hacer esto es el orar sobre lo que dice la Palabra de Dios. El Espíritu Santo mora en cada creyente, y uno de Sus papeles es enseñarnos cómo vivir: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26). “Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él” (1 Juan 2:27). Entonces cuando oramos sobre las Escrituras, el Espíritu nos guía y nos enseña. Él nos indicará el principio sobre el cual necesitamos basar nuestra decisión en cada situación dada.

Mientras la Palabra de Dios no trata toda situación que podamos enfrentar en nuestras vidas, es suficiente para llevar una vida cristiana. En la mayoría de los casos, podemos ver lo que dice la Biblia y seguir el camino apropiado basado en ello. En los casos donde la Escritura no nos da instrucciones explícitas para una situación dada, necesitamos encontrar el principio tras de ella. Otra vez, en algunos casos, será fácil. La mayoría de los principios que usan los cristianos son suficientes para la mayoría de los casos. En el caso raro donde no hay ni una Escritura explícita como tampoco un principio aparentemente claro, necesitamos confiar en Dios. Debemos orar sobre Su Palabra y abrirnos a Su Espíritu. El Espíritu nos enseñará y nos guiará a través de la Biblia para encontrar el principio sobre el cual necesitamos afirmarnos para poder andar y vivir tal como lo debería hacer un cristiano.

Tiempo de Cambio El matrimonio

lunes, 11 de abril de 2016

¿Cómo puedo ser un testigo eficaz de Cristo en el mundo?


¿Cómo puedo ser un testigo eficaz de Cristo en un mundo perdido?



Pregunta: "¿Cómo puedo ser un testigo eficaz de Cristo en un mundo perdido? "

 Un "testigo" es alguien que da testimonio de un hecho, así que para poder ser un testigo eficaz de Cristo, uno debe tener conocimiento de Él de primera mano. Juan el apóstol habla de esto en 1 Juan 1:1-3, cuando dice: "Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida." Hoy en día, nosotros quienes hemos experimentado la nueva vida en Cristo damos cuenta de Su amor y perdón, tanto verbalmente, como en la forma en que llevamos nuestras vidas. Esto es ser un testigo. Para ser eficaces en nuestro testimonio, debemos recordar varias cosas básicas:

1) El TEMA de nuestro testimonio es Jesucristo. Pablo definió el evangelio como la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo (1 Corintios 15:1-4). Si nosotros no estamos explicando el sacrificio de Cristo, entonces realmente no estamos compartiendo el Evangelio. (Véase también 1 Corintios 2:2 y Romanos 10:9-10.) Una parte importante de este tema es el hecho de que Jesucristo es el único camino de salvación, no sólo una de muchas maneras. "Jesús le dijo, ‘Yo soy el camino, y la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí.’"(Juan 14:6, énfasis añadido).

2) El PODER de nuestro testimonio es el Espíritu Santo. Es el Espíritu quien transforma una vida (Tito 3:5), y una vida transformada es evidente a todos. Al testificar, deberíamos pasar mucho tiempo en oración, apropiándonos del poder del Espíritu para que nos ayuda permitir que la luz brille de tal manera que otros reconozcan el poder de Dios en nosotros (Mateo 5:16).

3) La VALIDEZ de nuestro testimonio aparecerá en cómo llevamos nuestras vidas. Filipenses 2:15 establece esta meta para nosotros: "para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo." El testigo cristiano eficaz vivirá su vida irreprochablemente en el poder del Espíritu Santo, cuyo fruto exhibimos cuando permanecemos en Cristo (Juan 15:1-8; Gálatas 5:22-23).

Tal vez lo más importante, debemos ser lo suficientemente familiarizados con las Escrituras para ser capaces de forma precisa y coherente presentar el evangelio a los demás. "Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros." (1 Pedro 3:15). Siempre estando preparados significa un estudio diligente de la Biblia, la memorización de las Escrituras y orando por oportunidades dadas por Dios Mismo de compartir con aquellos cuyos corazones han sido preparados por el Señor para escuchar Su mensaje de salvación.

4) El testimonio que vamos a dar al que le compartimos a Cristo. Somos mensajeros de Cristo, ya que conocemos su palabra y sus mandamientos y también hemos tenido experiencias con El Espíritu Santo, sabemos que El es real.
Pero cuando nos encontramos en esas situaciones difíciles donde estas personas que no le conoces aun nos quieren llevar hacia su lado y escuchamos las diferentes formas de hablar mundano y carnal nos hacen incomodar ya que eso hacíamos antes y no queremos regresar allí. Lo que quiero decir es que las personas que están sin el conocimiento de Dios siempre nos van a querer llevar o sacar de nuestra posición, ellos quieren que nosotros hablemos y seamos iguales que ellos y es allí donde nosotros debemos pararnos firmes en el amor de Cristo primero y en su palabra y con amor poder explicar a estos que el estar bajo el control del Espíritu Santo es mucho mejor que el dejarse llevar por el hombre natural y carnal.
No podemos celebrar lo que ellos hacen:

No debemos festejar sus chistes o simplemente aceptar sus conductas.
No podemos ver lo que ellos ven.
No podemos dejar que se nos muestre nada que ofenda a Dios y hacernos de oídos sordos
No podemos seguir sus metas de avaricia y pornografía que ellos siguen

Debemos pararnos firmes y hablar de porque estamos aquí.
Si tu realmente estas en esa situación, y quieres compartir a Cristo con amigos pero ellos te están mal interpretando y no te escuchan, busca un momento para  hablar con ellos individualmente y aclárales que te ofende cuando ellos hacen tales cosas o hablan de tales cosas, que si alguno ha venido a Cristo es una nueva criatura y debe comenzar a crecer y a dar frutos, que ya la forma de vivir de antes tiene que ser sepultada cada día, y si después de esto nada cambia en ellos solo sigue tu rumbo, mantén tu amistad pero de lejos, no cierres las puertas, porque no sabes cuando ello quieran saber de Dios, seguro acudirán a ti.
Mateo 10:13-14

…13Y si la casa es digna, que vuestro saludo de paz venga sobre ella; pero si no es digna, que vuestro saludo de paz se vuelva a vosotros. 14Y cualquiera que no os reciba ni oiga vuestras palabras, al salir de esa casa o de esa ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies. 15En verdad os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y Gomorra que para esa ciudad.

Sed imitadores de mi como yo soy de Cristo 1Corintios 11.1

Recuerda siempre que no debemos agradar al mundo, al único que debemos agradar es al que nos ha dado vida eterna Cristo Jesús.

Gerardo Malovini

jueves, 7 de abril de 2016

“¿Debemos de Humillarnos?”


 “¿Debemos de Humillarnos?”

 nos ayudará a comprender el sacrificio supremo de nuestro Señor Jesucristo, que siendo el cordero perfecto, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse…se humillo a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

¡El ejemplo máximo de humillación!

En Filipenses 2:3-8 Pablo escribe:

Nada hagáis por contienda o por vanagloria;  antes bien con humildad,  estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio,  sino cada cual también por lo de los otros. Haya,  pues,  en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,  el cual,  siendo en forma de Dios,  no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo,  tomando forma de siervo,  hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre,  se humilló a sí mismo,  haciéndose obediente hasta la muerte,  y muerte de cruz.
Si nuestro Señor Jesús lo pudo hacer, entonces también nos toca a nosotros hacer lo mismo para ser imitadores de Él.

En 1 Corintios 11:1 Pablo dice:

Sed imitadores de mí,  así como yo de Cristo.
humillarnos, cristo, jesus, juan 
Un ejemplo de humillación.



Juan el Bautista nos da un ejemplo de su humillación en Marcos 1:7-8

Y predicaba,  diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo,  a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado. Yo a la verdad os he bautizado con agua;  pero él os bautizará con Espíritu Santo.
“Veamos el reconocimiento de Juan de la grandeza de Jesús, “Juan se cree indigno del oficio más vil ante Cristo. Los santos más eminentes siempre han sido los más humildes. Sienten, más que los otros, su necesidad de la sangre expiatoria de Cristo y del Espíritu santificador”.[1]

“En estos versículos, Marcos nos informa que la doble descripción comparativa que Juan nos entrega acerca de Jesús, indica a). Que Jesús es superior en majestad, “más poderoso que yo” (v.7), y b). que su actividad es igualmente superior (v. 8). El Bautista creyó necesario realzar este contraste entre él y su Maestro, porque muy pronto el pueblo comenzó a preguntarse si tal vez no sería Juan el Cristo (Lc. 3:15; cf. Jn. 1:19, 20; 3:25–36). Juan 1:19–27 también relata que Juan rechazó sin reservas tal concepto, por demás erróneo y reprensible. Es cierto que Jesús nació después que Juan y que empezó su ministerio público después que Juan (Lc.1:26, 36; 3:23). Pero entre Cristo y el Bautista existía una diferencia cualitativa. La diferencia entre lo Infinito y lo finito, entre lo Eterno y lo temporal, entre la Luz original del sol y la reflejada por la luna (cf. Jn. 1:15–17).

A fin de subrayar el contraste que había entre él y su Señor, Juan usa una ilustración tomada de las costumbres de su tiempo. Cuando un amo llegaba a casa agotado por un viaje y con sus sandalias llenas del polvo del camino, el sirviente o esclavo trataría, por todos los medios posibles, que se sintiera cómodo. Con leves variaciones, el Nuevo Testamento registra en esencia la misma figura. Sea que se hable de desatar las correas de las sandalias (Lc. 3:16; Jn. 1:27), de inclinarse (solo Marcos añade este detalle) y desatar las correas (Mr. 1:7), de desatar el calzado (Hch. 13:25), o aun de quitar las sandalias (Mt. 3:11), la idea básica es que el subordinado se inclina a fin de soltar las correas del calzado, llevándoselo luego para limpiarlo.

Cuando el Bautista dice que no es digno de desatar las correas de las sandalias de Jesús, está mostrando profunda y auténtica humildad. Esto se apreciará mejor si tenemos presente que, de acuerdo a una antigua tradición judía, la diferencia entre un “discípulo” y un “siervo” (o “esclavo”) era que el discípulo estaba pronto a realizar cualquier servicio que un criado hiciese, excepto desatar las sandalias de su maestro. De modo que, lo que aquí se implica son tres etapas ascendentes de humildad:

a. El discípulo está pronto para prestar casi cualquier servicio.

b. El esclavo o el más humilde de los siervos está pronto a prestar cualquier servicio.

c. El Bautista se considera indigno de prestar el servicio de desatar las correas del calzado de su Maestro. En relación con esto, véase CNT sobre Filipenses 2:3, 5–8 y 1 Timoteo 1:15.[2]

¿Debemos humillamos nosotros?

2 Crónicas 7:14  “Si se humillare mi pueblo,  sobre el cual mi nombre es invocado,  y oraren,  y buscaren mi rostro,  y se convirtieren de sus malos caminos;  entonces yo oiré desde los cielos,  y perdonaré sus pecados,  y sanaré su tierra”.
¿Qué piensa usted? ¿Debemos humillarnos?

Por José Alberto Vega

miércoles, 6 de abril de 2016

ENCRUCIJADA



¿Qué Hacer en la Encrucijada de la Vida?

 Génesis 12:1

Se cuenta que en la famosa batalla de Waterloo, en la cual Napoleón fue derrotado, el Duque de Wellington llamó a sus soldados y los desafió, diciéndoles: “Debemos conquistar aquella montaña. Esto es vital, porque si el enemigo llega primero, será mucho más difícil derrotarlo. Naturalmente —continuó el Duque— yo po­dría dar la orden y sé que ustedes me obedecerían, pero no quiero que nadie se sienta forzado. Por lo tanto, llamaré voluntarios y, para que nadie se sienta obligado por el hecho de que los estoy mirando, me daré vuelta, y los que estén dispuestos a participar de esta arriesgada misión, den un paso al frente”.

El Duque les dio la espalda y cuando se dio vuelta nue­vamente, se sintió desilusionado porque todos los soldados seguían en la misma línea, pero antes de que dijera nada, un oficial tomó la palabra y le dijo: “Señor, no se ponga triste, el ejército entero dio un paso al frente”.

Historias como ésta revelan la importancia de tomar decisiones en momentos críticos de la vida. En las grandes batallas de la historia, siempre hubo soldados valientes que dejaron de lado el temor y dieron un paso al frente. La Bi­blia está llena de historias de hombres y mujeres que fueron llamados a salir, partir y luchar. Aquellos personajes bíbli­cos supieron por experiencia propia lo que significa estar indeciso. Tuvieron sus dudas e inseguridades como todo ser humano. Lucharon contra el temor y el miedo, encararon un futuro desconocido, pero fueron capaces de ver a Jesús en la encrucijada de la vida y lo siguieron hasta el fin.

encrucijada, vida, decisiones, decision, camino
Abrahán fue uno de esos personajes. El registro bíblico narra el momento de la gran decisión del patriarca de la siguiente manera: “Pero Jehová había dicho a Abrahán: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” Génesis 12:1). Solamente quien salió alguna vez de su tierra es capaz de comprender el dolor y el sufrimiento que implica el hecho de partir. Las raíces están hundidas en el suelo que pisamos. El futuro se presenta desconocido sombrío. Algo nos dice que debemos partir, pero tenemos miedo, vacilamos y no sabemos qué actitud tomar.

En la orden que Dios diera a Abrahán, con todo, estaba implícita una promesa: “vete de tu tierra… a la tierra que te mostraré”, e innumerables ejemplos nos han demostrado que el mejor lugar para vivir es la tierra que Dios ha pre­parado para cada hijo. En realidad, partir, significa crecer. Dios estaba invitando a Abrahán a crecer. Sólo que el cre­cimiento involucra dolor y a nadie le gusta experimentarlo. Tal vez por eso sea difícil crecer.

Cuando era niño, tenía un gran deceo de salir adelante. Tuve que luchar mu­cho para poder estudiar hasta que no pude seguir estudiando por la situacion econimica, decidi trabajar y ayudar a mi padre. Mientras los otros disponían de tiempo para practicar deportes, yo trabajaba. Me levantaba de madrugada y me acostaba tarde, sacrificaba horas de compañerismo con los amigos a pesar de ser una persona extrovertida. Pero yo tenía un blanco. Mis padres habían sido personas humildes y yo siempre crei que  había una tierra mejor a donde ir. Un dia mire al norte y decidi partir y al partir acepte todos los desafíos y sacrificios que el crecimiento involucra, y hoy soy profesional con un buen trabajo tengo una familia excelente y puede dar a mis hijos la comodidad que yo nunca tuve.

Cualquiera que lo ve hoy, no podría imaginar que las manos de este hombre un día sangraron debido a las am­pollas que se reventaban por el trabajo. Nadie sabe de las lágrimas que tuve que derramar para pagar el precio del conocimiento. Las cosas son así. Cuando llegas finalmente a lo que Dios te mostró, la alegría y la satisfacción son tan grandes que ni te acuerdas de las dificultades que tuviste que enfrentar en el camino.

Hay una lección más que obtenemos de la orden divina dada a Abrahán: la vida, para ser vivida en plenitud, debe ser un permanente crecimiento. No existe un punto en el que el ser humano diga: “Estoy satisfecho y no necesito crecer más”. Esto es válido para todas las áreas de la existencia, pero principalmente para la vida espiritual y el conocimiento de la palabra de Dios. Salomón afirma que “la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Proverbios 4:18), y San Pablo agre­ga: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús” (Filipenses 3:12).


Hay un plan divino para cada ser humano. Existe un blanco, un ideal hacia el cual Dios quiere llevarnos. Esto nada tiene que ver con la predestinación. Dios dio liber­tad al ser humano y cada uno es arquitecto de su propio destino. Pero existe un rumbo ideal al cual Dios quiere conducirte: “Vete de tu tierra, —ordena— a la tierra que te mostraré”. Si Dios sólo ordenase partir y nos dejase sin rumbo en esta vida, en cierto modo estaría siendo injusto con sus hijos. Pero él te desafía a que nunca estés satisfecho con lo que conoces y, al mismo tiempo promete: “yo te mostraré”. Sí, existe una tierra maravillosa, pero no nece­sitas andar deambulando por la vida en busca de esa tierra. “Yo te mostraré”, es la promesa de Dios.

La peor cosa que puede acontecer con el ser humano es pensar así: “nací aquí y moriré aquí. Mis padres pensaban de esta manera, y yo continuaré pensando como ellos”. ¿Sabes? La historia debe ser siempre recordada y respetada porque es del pasado de donde sacamos fuerzas para creer en el futuro. Pero cuando la historia se convierte en tradición y la tradición se convierte en norma del comportamiento humano, comienza la decadencia del hombre.

Se cuenta que cierta familia cortaba la carne en forma de círculo para colocarla en la parrilla. Así fue hecho por varias generaciones, hasta que cierto día, un niño de apenas doce años tuvo la curiosidad de preguntar a su hermana por qué estaba cortando la carne en forma de círculo si la carne era rectangular: “No sé, mamá lo hace así”. El niño buscó a la madre y recibió la siguiente respuesta: “No sé hijo, tu abuela lo hacía así”. Insatisfecho, buscó a su abuela, a quien le hizo la misma pregunta, a lo que la anciana respondió: “No sé hijo, tu bisabuela lo hacía así”. Suerte para el niño, que la bisabuela aún estaba viva, y que respondió: “¡Ah, hijo, el problema es que tenía una sola parrilla y era redonda”.

¿Alguna vez pensaste por qué crees lo que crees? ¿Cuáles son las razones que justifican tu filosofía de la vida? ¿Por qué rindes culto a Dios de la manera que lo haces? El apóstol San Pablo da un consejo oportuno de la siguiente manera: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que «vuestro culto racional” (Romanos 12:1, la cursiva es nuestra).

Aquí, el apóstol habla de un “culto racional”, ¿tu culto es ‘racional’ o ‘tradicional’? Después,
San Pablo continúa diciendo: “Y no os conforméis a este siglo; sino transfor­maos por medio de la renovación de vuestro entendimien­to, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). ¿Es necesario reforzar la interpretación bíblica para entender que Jesús está hablando aquí del “inconformismo” con los patrones establecidos por la tradición? ¿Es difícil entender que el apóstol aconseja la “renovación” de la mente, para experi­mentar la voluntad de Dios?

¿Cuál es la voluntad de Dios? ¿Cómo se renueva la men­te? La voluntad de Dios sólo puede ser conocida a través de las Sagradas Escrituras: “La tierra que te mostraré”, dice Dios. ¿Y cómo lo hará? David responde:

“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Salmo 119:105).
La Biblia es la antorcha que ilumina nuestros pies para no perdernos en la infinidad de filosofías que pretenden mostrar el camino. La Biblia es el mapa. Muestra la ruta para llegar con éxito a la tierra que el Señor ha preparado para el ser humano. Por eso, San Pedro afirma:

“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro” (2 S. Pedro 1:19).
La Biblia, ese mapa extraordinario que Dios dejó para mostrarnos el camino, por algún motivo, a lo largo de la historia, ha sido el libro más odiado y más amado. Con seguridad revela la voluntad de Dios, pero justamente por eso su lectura se torna peligrosa, pues es un libro que genera cambios. No es posible permanecer indiferente después de leerla. Tienes que tomar una posición, aceptar o rechazar, y el consejo divino es: “Renueva tu mente con ella”, “haz con ella de tu culto, un culto racional”. “Libérate de las corrientes de las tradiciones”, “rompe los tabúes” y “conoce la voluntad de Dios para ti”.

A lo largo de mi vida he encontrado personas sufrien­do en la encrucijada de la vida. Encontraron un día la Palabra de Dios. Sus ojos se abrieron a las verdades que no conocían, pero el peso de la tradición fue tan grande, que rechazaron las verdades bíblicas a pesar de sentir la voz de Dios diciendo: “Vete de tu tierra… a la tierra que yo te mostraré”.

El otro día, alguien  me preguntó con ansiedad, casi con angustia: “¿Quiere decir que estuve equivocado toda la vida?” “No” —le respondí. “No estabas equivocado, la verdad es que estás creciendo”. “¿Crecien­do?”, se sorprendió. Después le expliqué lo siguiente: “Cuando estabas en la primaria, aprendiste a sumar, restar, multiplicar y dividir. Después, en la secundaria, aprendiste álgebra, trigonometría, física y química. Pero no terminaste ahí. Ingresaste a la universidad y aprendiste física nuclear, trigonometría espacial y física cuántica. ¿Sería justo que al llegar a la universidad pensaras que cuando estabas en la primaria, estabas equivocado? No. Estabas creciendo. Equivocado estarías si después de terminar la primaria dijeras: ‘No quiero aprender más’ ”.

El relato bíblico afirma que Abrahán tomó la decisión de partir cuando tenía 75 años de edad. Esto es extraordinario. Nunca es tarde para cambiar el rumbo de la vida, aprender y comenzar todo de nuevo. El anciano patriarca oyó el lla­mado divino y partió. Y no demoró su decisión. No lo dejó “para el próximo año” ni para después de “jubilarse”, o para después de terminar la “universidad”. El consejo divino es: “En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido: he aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2).

¿Existe lucha en tu corazón? ¿Oyes una voz a tu lado di­ciendo: “Todas las religiones son iguales, lo que realmente importa es creer en Dios y tener fe”? ¿Sabes? La obedien­cia a Dios y a su Palabra no es sólo un asunto de religión. No es simplemente salir de una iglesia y entrar en otra. La obediencia es un asunto de amar o no amar. Porque cuando amas a una persona lo que más deseas es hacer de todo para que sea feliz, y al final descubres que el más beneficiado y feliz eres tú mismo. Por lo tanto, hacer lo que Dios pide en su Palabra no es opcional o trascendental. Es un asunto de vida o muerte, de salvación o perdición. El propio Señor Jesús afirma que

“hay camino que al hom­bre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12).
Cuentan la historia de una joven judía que aceptó a Jesús como su Salvador y decidió seguirlo hasta el fin. Los padres hicieron de todo para hacerla desistir, inclusive le pagaron un viaje alrededor del mundo durante un año, con la esperanza de que la hija se olvidara de la fe cristiana. Pero nada dio resultado. Amenazas, promesas, castigos, nada hacía que la joven convertida cambiara la decisión de seguir a Cristo.

Cuando cumplió los 22 años, los padres dieron una gran fiesta de cumpleaños para los vecinos, amigos y pa­rientes, y de repente, en medio de la fiesta, el padre pidió silencio y habló: “Esta fiesta no es sólo para celebrar el cumpleaños de nuestra hija, sino también para pedirle una decisión pública y definitiva: ‘o abandona a Jesús o abandona el hogar’ Hubo un silencio sepulcral. Nadie podía imaginar qué ocurriría. Había tensión y ansiedad en el ambiente. Todos miraban a la joven imaginando cuál sería su actitud. La joven cristiana se dirigió al piano, tocó una canción que hablaba de su inmenso amor por Cristo y después llorando dijo a sus padres que los amaba mucho, pero que jamás podría volver atrás con respecto a la decisión que había tomado.

¿Es este el momento de tomar una decisión? ¿Escuchas la voz de Jesús invitándote y al mismo tiempo tienes un montón de dudas, temores e inseguridades? No temas. El Señor Jesús jamás te abandonará. El está siempre a tu lado, dándote fuerzas para seguir adelante, hasta el fin de la jornada, ¡porque fuiste capaz de verlo en la encrucijada de la vida!

lunes, 4 de abril de 2016

EL ARBOL DEL CONOCIMIENTO DEL BIEN Y DEL MAL



El Conocimiento de lo Bueno y de lo Malo

“Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado. Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal”
– Génesis 2:8,9

UNA DE LAS MAS IMPORTANTES

características del Plan de Dios es el concepto de la ciencia del bien y del mal. Este concepto es importante en todos los planos de existencia inteligente. Una adecuada comprensión de este tema nos permite tener una correcta apreciación de lo bueno frente a lo malo o el de una buena palabra frente a una mala. Un completo entendimiento del bien y del mal llega al núcleo de nuestra comprensión por ser una creación inteligente, así también a los pensamientos, las motivaciones y la voluntad. Sugerimos aquí cinco pasos progresivos y necesarios para una correcta y completa comprensión del bien y del mal.
1) El conocimiento del bien y del mal nos permite analizar si la manifestación exterior, en acción o palabras, muestra bondad o falta de ella.
2) Nos permite conocer los pensamientos y los motivos que conducen al bien y el mal, reflejado en las acciones.
3) Al medir las dos acciones (el paso 1), los pensamientos así como los motivos (el paso 2), hay que colocarlas al nivel de las Escrituras –el estándar Divino – Hebreos 4:12.
4) Basados en la comparación de acciones, pensamientos y motivaciones de la norma Divina, podamos ser capaces de distinguir con rapidez y de forma coherente entre lo que es verdaderamente bueno frente a lo malo. Dicho de otro modo, el desarrollo de una formación de conciencia del bien y del mal – Hebreos 10:22; 9:14.
5) Aplicando el discernimiento, la comprensión y la conciencia a través de la experiencia, desarrollar un carácter que con el tiempo se incline cada vez más hacia lo bueno. De igual modo los motivos, pensamientos y voluntad, así como las acciones, hechos y palabras – Santiago 1:22-25.
Estos pasos son necesarios para toda la humanidad, de modo que aprendan acerca de la venida del reino de Cristo, que puedan alcanzar la perfección y por ende la vida eterna en la tierra. Sin embargo, para los que en la iglesia seguimos los pasos de nuestro Señor, es fundamental que hagamos estas cosas con nuestra vocación y elección segura.
Hay dos condiciones en la actualidad en el esfuerzo por cumplir este desafío: en primer lugar, porque somos pecadores por naturaleza, no es natural, ni agradable según la carne seguir los cinco pasos que se indican. La carne se rebela contra la idea de examinar las acciones y motivaciones, el aceptar la medición a través de la norma Divina. Además, a la carne no le gusta el cambio, ya que vive el ‘viejo hombre’, quien ha fijado sus formas y contenido con el estado de cosas actual (Efesios 4:22).
La segunda razón por la cual este proceso se torna difícil es porque va en contra de la tendencia del mundo que nos rodea. Un análisis correcto por parte del mundo, en los principios del bien y del mal es su falta de comprensión. Es sin duda lo que está provocando que se ingrese en el ‘tiempo de tribulación’, que si no se acorta, dicen las Escrituras, dará como resultado que el hombre provoque su propia destrucción – Mateo 24:21-22.

EL ÁRBOL DEL CONOCIMIENTO DEL BIEN Y DEL MAL

Para comprender como se aplican los pasos y poder conocer realmente el bien y el mal es necesario que examinemos la forma en que estos principios se encuentran en el Plan de Dios con relación al hombre. Gran parte de esto se muestra en los capítulos 2 y 3 del Génesis. En el capítulo 2, de acuerdo a la narración de la Creación, tenemos los primeros de estos principios. La Escritura indica que en medio del paraíso, lugar que Dios había preparado para la vivienda del hombre, plantó dos árboles con nombres inusuales. Génesis 2:9 dice: “Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal”.
Nuestro tema no es acerca del “árbol de la vida”, es más bien “del árbol de la ciencia del bien y del mal”. ¿A qué tipo de árbol literalmente se refiere? Lo que sabemos es que daba sus frutos y examinaremos su importancia para conocer lo que simboliza. De este sólo versículo, no es posible conocer todo el alcance de su simbolismo, lo que realmente se indica es que este árbol, de alguna manera, señalaba dos principios ‘el bien y el mal’ y que sería importante para el hombre conocerlos.
Más adelante, en el mismo capítulo, encontramos una segunda referencia a este árbol, en la que Dios da instrucciones al hombre a no comer su fruto. Estos versículos dicen: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16,17). Es evidente que las instrucciones que Dios dio a Adán fue una referencia figurativa del ‘árbol del conocimiento del bien y del mal’, aunque era un árbol literal. El mandato en sí mismo, fue claro y no figurativo en su totalidad, ‘porque el día que de él comieres, ciertamente morirás’. Esta segunda referencia claramente añade el pensamiento de este árbol simbólico, que tanto el bien y el mal, tenían resultados y consecuencias.
Debemos tener en cuenta que no tenemos constancia que Adán conociera plenamente los principios del bien y del mal o sus consecuencias. Había visto y experimentado lo bueno, pero no lo malo, por lo que es inadecuado en algunos aspectos que pudiera entender completamente la importancia de lo que Dios le había dicho. Sin embargo, creemos que él tenía un entendimiento de la vida frente a la muerte, porque había sido testigo cuando vio esta realidad en los animales inferiores de la creación. Sin duda, había visto el proceso de nacimientos y la belleza de un recién nacido en la vida animal.
También sabía, incluso sin que se lo dijera Dios, que los animales inferiores no fueron creados para vivir eternamente como el hombre y probablemente había visto la muerte (en un entorno natural y de manera pacífica) de varios seres de la creación animal. Por lo tanto, a partir de la observación sabía que la muerte era el olvido, la inexistencia, un regreso al polvo de la tierra. Ellos tenían un conocimiento suficiente para comprender que el incumplir el mandato de Dios, de no comer del árbol, traería la consecuencia de experimentar el mismo destino, la muerte y el olvido, como lo había visto en los animales inferiores. Adán conocía la bondad de Dios, sabía lo que la vida y la muerte significaban, al ser creado a imagen de Dios, conocía que era importante seguir las órdenes de su Creador.

LAS MENTIRAS DE SATANÁS

En Génesis, capítulo 3, tenemos el registro de la tentación de Satanás a nuestros primeros padres por medio de la serpiente. ¿Como utilizó Satanás la serpiente y cuál fue la forma que tomó? No están detalladas en la Escritura, sólo que era “más astuta” que cualquiera de las otras criaturas en el jardín. Después que Eva mencionó la sanción que había sido pronunciada si comían del árbol prohibido, ‘la muerte’, Satanás dijo la primera de varias mentiras. Leemos en Génesis 3:4, “Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis”. Satanás no negó el mandato que Dios había dado y que Eva había mencionado correctamente. Sin embargo, negó abiertamente el castigo que se daba como resultado de desobedecer el mandato de Dios. Esta es la gran mentira aceptada por la madre Eva y también la mentira que ha impregnado las creencias religiosas hasta el día de hoy. El pueblo consagrado del Señor, engendrado por el Espíritu de Verdad, son una pequeña minoría en la tierra, quienes entienden correctamente la naturaleza y realidad de la muerte.
Para Satanás, la declaración que hizo fue diseñada para capturar la atención de Eva y atraerla con más sutileza en lo que dijo a continuación, según se lee en Génesis 3:5, “sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”. Satanás sugiere que al comer el fruto prohibido les traería mucha sabiduría y conocimiento, tanto así que Adán y Eva se convertirían en dioses (Elohim en hebreo) al igual que su Creador, de tal modo, que así como Dios, conocerían de manera intuitiva, todos los principios del bien y del mal. Según Satanás, el fruto del árbol les daría ese conocimiento y nunca tendrían miedo de caer en el pecado porque tal conocimiento intuitivo, sin duda, daría como resultado evitarlo y recibir sus consecuencias. Deliberadamente en este versículo dice “sabe Dios” que todas estas cosas obtendrían si comían el fruto. Estas fueron las mentiras de nuestro gran adversario, Satanás.
Satanás ha utilizado estas mentiras a través de las edades, causando errores y engañando a los hombres para hacerles creer que conocen por sí mismos lo que es bueno y malo, sin la ayuda de Dios. Los resultados han sido desastrosos. Como una reflexión podemos ver que a través de los siglos, esto ha producido un menoscabo en la calidad de la justicia, hasta el punto que en la actualidad existe mayor dificultad en la humanidad para hacer una distinción correcta entre el bien y el mal. Esto ha ocurrido porque el hombre se ha separado y alejado de Dios dejando de lado las normas establecidas en las Escrituras; las ha reemplazado con sus propios razonamientos que tienen su origen en las mentiras de Satanás.

CAYENDO EN LA TENTACIÓN

Volviendo al relato de Génesis 3, vemos la acción en la tentación de Satanás, no sólo su flagrante mentira sino también su obra sutil. En Génesis 3:6 dice: “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella”. Lo primero que observamos es que llamó la atención el hecho de que el árbol y su fruto eran buenos a la mirada de los ojos. Tal vez ella pensó en la afirmación de Satanás al decirle que no moriría, que ese árbol que se veía bueno y con tan bellos frutos no podría causarle la muerte si lo comía. La declaración de Satanás parecía verosímil. Aún más, el árbol parecía tener un atractivo especial, casi misterioso y que destacaba entre todos los demás. De todos los árboles en el jardín, este parecía ser el que podría traer la sabiduría y comprensión del bien y del mal, por eso había sido llamado así. Eva meditó en todas las declaraciones y es evidente que consideró correcto lo que dijo la serpiente. Todo había sido considerado por ella, entonces juntamente con Adán, como dice la Escritura, tomaron el fruto y comieron.

OBEDIENCIA, LA PRUEBA REAL

En Génesis 3:7 dice, “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos”. ¿Estuvo en lo correcto Satanás? De hecho, había dicho que sus ojos serían abiertos al obtener la sabiduría necesaria para ser dioses lo cual les permitiría conocer el bien y el mal. Aunque este versículo dice que sus ojos fueron abiertos, lo que se abrió en ellos no fue la sabiduría, sino su desnudez no sólo literal. Delante de Dios, en forma figurada se mostró la desnudez de su desobediencia a su mandato. Ellos fueron culpables y lo entendieron de inmediato. Esta es en realidad, la razón por la que sus ojos se abrieron y su conciencia se marchitó. Supieron que habían hecho lo malo en lugar de lo bueno ante los ojos de su Creador. Entonces empiezan a observar de una manera muy diferente lo que Satanás había prometido en su mentira, el conocimiento de la ciencia del bien y del mal.
Al examinar la experiencia de Adán y Eva, con todas las artimañas y mentiras que Satanás había expresado a través de la serpiente, es que la simple obediencia a las instrucciones de Dios fue la verdadera prueba de nuestros primeros padres. Dios había dado una orden y no había razón para cambiarla. No importaba la apariencia del árbol o de sus frutos, ni cual era su nombre. No importaba la sanción, si Adán o Eva creían que la pena se llevaría a cabo. Sólo debería importarles que Dios, el Creador, había dado una orden a su creación, era simple, fácil de entender y cumplir. Obediencia era todo lo que se necesitaba y lo que absolutamente Dios requería. Este principio de obediencia en el corazón, ha sido y será siempre la prueba definitiva para toda la creación inteligente de Dios. La obediencia, en su esencia misma está al frente de un verdadero entendimiento del bien y del mal. Eva, así como Adán, en toda su racionalización de pensamiento en relación con la belleza del árbol, su fruto deseable, su atractivo y su escepticismo a la sanción, fallaron ante la prueba de la obediencia. Esta es la lección al pueblo del Señor y finalmente toda la humanidad debe aprenderla si realmente desea llegar a un pleno conocimiento del bien y del mal.

ENSEÑANZAS PARA LA IGLESIA

Mientras caminamos en este sendero estrecho, debemos aprender los principios del bien y del mal, luego esforzarnos por hacer que nuestro carácter sea moldeado como dice Pablo en Romanos 12:9, “El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno”. Miremos de nuevo los cinco pasos mencionados anteriormente y establezcamos un punto de referencia con cada uno de ellos.
1) El conocimiento del bien y del mal nos permite analizar si la manifestación exterior, en acción o palabras, muestra bondad o la falta de ella.
Examinemos continuamente nuestras acciones, palabras y actividades diarias, para saber si son realmente buenas o si tal vez se han empañado incluso con una pequeña acción del mal. Si es así, recordemos siempre pedir perdón al Señor y a otros si es necesario, por cualquier palabra mal dicha o acción mal cometida.
2) Nos permite conocer los pensamientos y los motivos que conducen al bien y el mal, reflejado en las acciones.
Examinemos nuestros corazones y motivos para ver si son fundados sobre intenciones buenas y puras. Las Escrituras dicen, “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23). “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos” – Salmo 139:23.
3) Al medir las dos acciones (el paso 1), los pensamientos así como los motivos (el paso 2), hay que colocarlas al nivel de las Escrituras –el estándar Divino – Hebreos 4:12.
Seguir observando el modelo contenido en las Escrituras como una vara que mide nuestras acciones, motivos y pensamientos. No desvirtuar la norma de lo bueno, ni variar la gravedad del mal, utilizando un razonamiento humano. Usar la Palabra de Dios como poderosa espada de dos filos, que penetra “hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” – Hebreos 4:12.
4) Basados en la comparación de acciones, pensamientos y motivaciones de la norma Divina, debemos ser capaces de distinguir con rapidez y de forma coherente entre lo que es verdaderamente bueno frente a lo malo. Dicho de otro modo, el desarrollo de una formación de conciencia del bien y del mal – Hebreos 10:22; 9:14.
Seamos plenamente conscientes que al hacer esto, estamos participando de la Palabra de Dios como si comiésemos carne en lugar de leche, esto se indica en las palabras de Pablo, Hebreos 5:14, “pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”. En este versículo, vemos una relación directa entre la carne, la Palabra de Dios y el discernimiento de lo bueno y lo malo; esto sólo será posible si por “la razón del uso” o “el hábito del uso”, continuamos en el ejercicio de nuestros sentidos espirituales. Sólo entonces la Palabra de Dios será la carne que nos da el discernimiento entre el bien y el mal.
5) Aplicando el discernimiento, la comprensión y la conciencia a través de la experiencia, desarrollar un carácter que con el tiempo se incline cada vez más hacia lo bueno. De igual modo los motivos, pensamientos y voluntad, así como las acciones, hechos y palabras – Santiago 1:22-25.
Continuemos realizando esto, porque se necesita ejercerlo toda una vida. No se conseguirá hacerlo en un día, un mes o un año. No se podrá hacerlo a la perfección, ni vamos a estar siempre satisfechos con nuestro progreso. Sin embargo, no olvidemos que tenemos un gran Sumo Sacerdote y Abogado, Jesucristo; también un Padre Celestial, quienes nos aman como un padre ama a su hijo. Que desean por encima de lo que hacemos, que tengamos éxito en este esfuerzo, por lo que “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gálatas 6:9). Nótese que la Escritura no dice que vamos a cosechar, si somos perfectos, o que vamos a cosechar si hacemos justicia el 75% del tiempo, o si nos alejamos del mal el 80% del tiempo. Vamos a cosechar “si no desmayamos”, si continuamos en el esfuerzo de hacer el bien.

TODA LA HUMANIDAD CONOCE EL BIEN Y EL MAL

Si somos fieles hasta la muerte, si nos acercamos plenamente al conocimiento del bien y del mal, si desarrollamos un carácter a semejanza de nuestro Señor, tendremos el privilegio más bendito e imaginable, ayudando al resto de la humanidad en la próxima edad, con la experiencia de aprendizaje del bien y el mal. Tendremos la oportunidad de ayudarles a ver y experimentar el contraste entre el mal que conocieron y experimentaron en esta vida como consecuencia de la caída del hombre; asimismo a recibir el bien que llegará a través de la lluvia de bendiciones y las enseñanzas del Nuevo Pacto en el Reino de Cristo. Luego, después de haber comido del árbol del conocimiento del bien y del mal, la humanidad será capaz de estar delante de su Creador, habiendo desarrollado el conocimiento a través de la experiencia, con los ojos abiertos conociendo el carácter de Dios, plenamente perfeccionado y digno de la vida eterna.
El árbol del conocimiento del bien y del mal se verá como algo figurativo y sólo existirá en la memoria, el único árbol en medio del paraíso terrenal restaurado será el otro árbol simbólico que se menciona en Génesis 2:9, el “árbol de la vida”. Apocalipsis 22:14 habla de este glorioso momento y la condición al final del Reino, “Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad”. Oramos para que este tiempo venga pronto, que todos puedan realmente tener un exacto conocimiento del bien y del mal, que hayan aprendido sus lecciones.

Gerardo Malovini

viernes, 1 de abril de 2016

Como Incrementar mí Fe



“Como Incrementar mí Fe”

1 Tema: La fe
2 II. ¿Qué es la fe?
3 III. ¿Cómo incrementar nuestra fe?
4 IV. La fe que salvará nuestras almas. La fe en Jesús.
o 4.1 Relacionado

Tema: La fe

Introducción: Nosotros antes de llegar al conocimiento de Cristo, por el pecado original, la imagen con la que fuimos creados, que fue a la imagen y semejanza de Dios se distorsionó tanto que no éramos capaces de hacer nada bueno por nosotros mismos. No éramos capaces de hacer nada bueno, pero para la Gracia salvadora de Cristo hoy somo diferentes y debemos de anhelar tener más fe cada día en Cristo Jesús para poder crecer espiritualmente y así vivir una vida que agrade a Dios.

I. ¿Realmente cómo es que llegamos a tener fe?

Efesios 2:8  “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe;  y esto no de vosotros,  pues es don de Dios”

Como vemos hay un inicio de la fe, que ni siquiera nace en nosotros sino que es un don de Dios.
El tener fe es un proceso, nadie tendrá ninguna fe desde el principio. Según los dice Pablo en la epístola a los Efesios. Pero hay una fe inicial, que ni siquiera es nuestra, dice Pablo que es un don de Dios. Esta es la fe inicial, que la llamamos la fe salvífica. Pero esto solo es el principio. Pero después viene un proceso, cuando hemos recibido a Cristo como nuestro Señor, cuando hemos nacido de nuevo, empieza nuestro caminar en la fe. Veamos lo que dice Romanos.
Romanos 10:17  Así que la fe es por el oír,  y el oír,  por la palabra de Dios.
En consecuencia, la fe (viene) del oír el mensaje, y el mensaje es oído por medio de la palabra de Cristo.

De las muchas interpretaciones que existen de este pasaje, algunas de ellas muy complicadas, probablemente la mejor sea la que lo considera como una conclusión que resume lo anterior. ¿No apuntan en esa dirección las palabras iníciales “En consecuencia”? Entonces, lo que Pablo dice es que la fe en Cristo presupone el haber oído la palabra que procede de Cristo y que trata de él. Y aquí hay una palabra, en el original, que ha sido recientemente usada (v. 16) en el pasivo—“lo que fue oído”—y que es usada ahora en el sentido activo: oír el mensaje.


La gran importancia que Pablo le daba al oír nos recuerda inmediatamente a Jesús. En toda la enseñanza de Jesús, tanto en la tierra como desde el cielo, sería difícil descubrir alguna exhortación que él repitiese con mayor frecuencia, de una u otra manera, que aquella que tiene que ver con el oír; mejor aun: escuchar (Mt. 11:15; 13:9, 43; Mr. 4:9, 23; Lc. 8:8; 14:35; Ap. 2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22; 13:9). Añádanse 8:18 en Marcos y Lucas”.[1]

2. ¿Qué es la fe?

Hebreos 11:1  “Es,  pues,  la fe la certeza de lo que se espera,  la convicción de lo que no se ve”.
Ahora bien, la fe es estar seguro de lo que esperamos y estar cierto de lo que no vemos. Al estudiar este versículo, notemos los siguientes puntos:
1. La Fe. La palabra fe en el Nuevo Testamento tiene muchas acepciones. Por ejemplo, cuando los cristianos judíos, a quienes Pablo había intentado destruir, hablaron de su fe en Cristo, dijeron:
El hombre que anteriormente nos perseguía predica ahora la fe que una vez trató de destruir. Gal. 1:23
La fe es en este caso una confesión, algo muy parecido a nuestra manera de llamar al Credo Apostólico “los artículos de nuestra fe cristiana”. Sin embargo, este no es el significado de la fe que quiere transmitir el escritor de Hebreos.
Para los evangelistas que escribieron los Evangelios, Jesucristo es el objeto de la fe. Juan resume este énfasis al afirmar el propósito de su Evangelio, a saber:
Para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre. Jn. 20:31
También Hechos demuestra que en el primer siglo, “una fe personal de Jesús era el sello distintivo de los cristianos primitivos”
Vemos aún otro aspecto de la fe en el énfasis que Pablo pone en la apropiación, es decir, en reclamar para uno mismo la salvación en Jesucristo. Pablo sostiene que Dios restauró la situación del pecador con él por medio de la fe: “Esta justicia de Dios viene por medio de la fe en Jesucristo a todos los que creen” (Ro. 3:22). Y Pablo explica que la fe viene de oír la proclamación de la Palabra (Ro. 10:17).
El escritor de Hebreos reconoce estos aspectos de la fe que otros escritores del Nuevo Testamento especifican. Sin embargo, su uso del concepto fe debe ser entendido primordialmente en el contexto del capítulo once de su epístola. Los héroes de la fe tienen una cosa en común: ponen su total confianza en Dios. A pesar de todas sus pruebas y de sus circunstancias difíciles, ellos triunfaron por su confianza en Dios. Para el escritor, tener fe es apegarse a las promesas de Dios, depender de la Palabra de Dios, y permanecer fiel al Hijo de Dios. Si consideramos el capítulo once dentro del contexto de Hebreos, se evidencia la intención del escritor de contraponer la fe al pecado de la incredulidad (3:12, 19; 4:2; 10:38–39). Frente al pecado de caer y apartarse del Dios viviente, el escritor coloca directamente la virtud de la fe. 343 Los que se niegan a poner su confianza en Dios son destruidos, pero los que creen son salvados (10:39).
La seguridad. ¿Qué es la verdadera fe? En 1563 un profesor alemán de teología, Zacarías Ursino, formuló su fe personal en los siguientes términos:
La verdadera fe—creada en mí por el Espíritu Santo por medio del evangelio—no es solamente un firme conocimiento y convicción de que todo lo que Dios revela en su Palabra es cierto, sino también una certeza profundamente enraizada que no solamente a otro, sino también a mí, me han sido perdonados los pecados, que he sido reconciliado por siempre con Dios, y que se me ha concedido la salvación.
Estos son dones de pura gracia obtenidos para nosotros por Cristo.

3. La certidumbre.

Si bien esta breve declaración acerca de la fe consiste de solamente dos frases, las mismas están perfectamente equilibradas.
Nótese la estructura:

Estar seguro                         estar cierto
de lo que esperamos          de lo que no vemos.

En suma, la seguridad está equilibrada por la certidumbre. Estos dos sustantivos son sinónimos en este texto. La certidumbre significa, entonces, “una convicción interna”. El creyente está convencido de que las cosas que no puede ver son reales. Sin embargo, no toda convicción es igual a la fe.

4. ¿Cómo incrementar nuestra fe?

Santiago 1:2-7  Hermanos míos,  tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, 3  sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. 4  Mas tenga la paciencia su obra completa,  para que seáis perfectos y cabales,  sin que os falte cosa alguna. Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría,  pídala a Dios,  el cual da a todos abundantemente y sin reproche,  y le será dada. 6 Pero pida con fe,  no dudando nada;  porque el que duda es semejante a la onda del mar,  que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. 7 No piense,  pues,  quien tal haga,  que recibirá cosa alguna del Señor.
Para tener fe es necesario que tengamos problemas, porque solo así vamos a experimentar la necesidad de pedirle a Dios sabiduría para salir de nuestros problemas, pero Santiago nos da la clave para lograr la fe necesaria, no es posible llegar tener fe de la nada. Solamente aquel que ha pasado por un desierto, por un problema grande, después de haber padecido mucho, después de haber sido zarandeados por el enemigo y ha sido puesto a prueba, como el caso de Job, de Abraham, va tener que llegar a desarrollar su fe.
La fe siempre ha sido la marca de los siervos de Dios desde el comienzo del mundo. Donde el Espíritu regenerador de Dios implanta el principio, hará que se reciba la verdad acerca de la justificación por medio de los sufrimientos y los méritos de Cristo.

4. La fe que salvará nuestras almas. La fe en Jesús.

1Pedro 1:6-9  En lo cual vosotros os alegráis,  aunque ahora por un poco de tiempo,  si es necesario,  tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe,  mucho más preciosa que el oro,  el cual aunque perecedero se prueba con fuego,  sea hallada en alabanza,  gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, 8  a quien amáis sin haberle visto,  en quien creyendo,  aunque ahora no lo veáis,  os alegráis con gozo inefable y glorioso; 9  obteniendo el fin de vuestra fe,  que es la salvación de vuestras almas.

Esta es la única forma de incrementar nuestra fe.

Si usted ha leído este mensaje y necesita esta fe salvadora, le invito a recibir a Cristo como su Señor y salvador personal.

jueves, 31 de marzo de 2016



¿Qué enseña el Nuevo Testamento acerca de la ley y la gracia?

¿Cuál es el significado de la gracia? ¿Acaso ésta anula —“invalida” — la ley? ¿Es la gracia una “licencia” para pecar? ¿Significa “no bajo la ley” que la gracia ha reemplazado — y eliminado cualquier necesidad de que los cristianos produzcan buenas obras? ¿Qué enseñaron Cristo y Sus apóstoles? ¿Qué dice la Biblia realmente?


¿Cuál es la enseñanza del Nuevo Testamento acerca de la “ley y la gracia”? 
¿Es una o la otra — ley versus gracia — o ambas — ley y gracia? Este es un tema de gran controversia, que deja a muchos confundidos. Esto no debe ser así. ¡Aquí está la clara enseñanza de la Biblia!
El significado de la gracia en el Nuevo Testamento no tiene nada que ver con abolir las leyes de Dios. Los falsos maestros que promueven la “gracia” por encima de la obediencia ignoran que el Nuevo Testamento fue escrito para aquellos a quienes Dios llama para asumir posiciones de gran responsabilidad en Su reino. Estos falsos maestros malentienden porque Dios ni les ha abierto las mentes, ni les ha dado Su Espíritu Santo, que es necesario para comprender Su verdad.
El llamamiento cristiano (Rom. 8:29-30) está basado en la gracia — perdón inmerecido de los pecados pasados y misericordia tras un arrepentimiento genuino. Los cristianos entienden que la propia salvación ofrecida a ellos es una dádiva, y que deben continuar viviendo una vida de obediencia (Hechos 5:32, Juan 14:15) y perseverancia.

La ley en perspectiva

La mayoría de religiosos afirman que la ley de Dios fue abolida por el sacrificio de Jesucristo. Ellos piensan que la humanidad ya no está agobiada por los estrictos requisitos de esa “dura ley” que se interpone en su camino a la libertad — de “pasarla bien”. Pero el apóstol Pablo escribió, en Romanos 7:7: “¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás”. La mayoría de eclesiásticos han condenado tradicionalmente la ley mientras que absuelven el pecado. Sin embargo, no es la ley la culpable, sino el pecado. Por nosotros mismos, no podemos descubrir la ley perfecta de Dios. Dios tiene que revelarla y enseñárnosla.
Los líderes del cristianismo profeso insisten que la ley espiritual de Dios — los Diez Mandamientos — está abolida. Ellos la llaman la “ley de Moisés”, afirmando que fue abolida mediante el sacrificio de Cristo. Pero ellos no saben la diferencia entre los rituales de sacrificio levíticos, la ley de Moisés y la ley de Dios.
Los Diez Mandamientos no fueron llamados la ley de Moisés, sino más bien la ley de Dios. La ley de Moisés consistía de: (1) las leyes civiles — los estatutos y juicios que Moisés trasmitió al pueblo de parte de Dios, registrados en Éxodo 21-23 y los libros restantes de la Ley — y (2) las leyes rituales (del griego: ergon) añadidas posteriormente, resumidas en Hebreos 9:10. Estas ordenanzas regularon los sacrificios levíticos (Lev. 1-7) y las funciones relacionadas. Ergon significa “obras”, como en las “obras de la ley” (Gál. 2:16). Esto se refería al trabajo que involucraba los rituales levíticos abolidos por el sacrificio de Cristo.

Los Diez Mandamientos nunca fueron parte de la ley de Moisés o del sistema levítico de sacrificios. Las leyes y los sacrificios civiles estaban basados en los Mandamientos de Dios, los cuales constituyen la base de las leyes de Dios. Por lo tanto, los Diez Mandamientos preceden y trascienden cualquier ley menor que esté basada en ellos — estatutos, juicios, preceptos y ordenanzas. La mayoría de los cristianos profesos etiquetan falsamente los Diez Mandamientos como el “Antiguo Pacto”. Sin embargo, el Antiguo Pacto estaba basado en los Diez Mandamientos, que precedieron y trascendieron al Antiguo Pacto.
Considere esta analogía: La idea promovida por la mayoría de los cristianos profesos — que la ley espiritual de Dios, los Diez Mandamientos, han sido abolidos — es tan ridícula como decir que las leyes físicas de la gravedad y la inercia ya no están vigentes. Los teólogos no pueden negar las leyes de Dios más de lo que los científicos pueden invalidar las leyes de la gravedad y la inercia.
¿Cómo vieron los líderes de la Iglesia del Nuevo Testamento las leyes de Dios? Pablo escribió: “De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Rom. 7:12). El apóstol Juan escribió: “Pues este es el amor de Dios, que guardemos Sus mandamientos; y Sus mandamientos no son gravosos” (I Juan 5:3). Y Cristo resumió el asunto, diciendo: “…mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mat. 19:17).
En Mateo 7:21, Él también dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, ¡sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos!”
Cristo y los apóstoles no descartaron la ley de Dios. El cristianismo falsificado tomó esta medida drástica en el primer siglo — y el mundo lo ha seguido ciegamente desde entonces.

La “gracia” del falso cristianismo

Examinemos la enseñanza de la gracia del cristianismo tradicional. Ésta enseña que el Antiguo Pacto era los Diez Mandamientos. Ésta sostiene que Cristo vino a establecer un “nuevo pacto” que contiene sólo gracia y promesas — libertad de hacer lo que a uno le plazca. La ley no está incluida en su paquete. En sus propias mentes, estos religiosos creativos han ideado una forma de “pasarla bien” y tener la conciencia limpia. Ellos tenían que eliminar el origen de su molesta culpabilidad. La solución fue simple: “La gracia por sí sola ‘salva’ a los hombres. La carga de guardar los mandamientos ya no es necesaria”.

Esta enseñanza diabólica lo llevaría a pensar que la ley de Dios es dura y cruel. Ésta proclama que el defecto del Antiguo Pacto estaba en la ley, y puesto que Dios dio la ley, el error debe haber sido suyo. Lea lo que Cristo les dice a aquellos que siguen estos falsos preceptos: “Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres…Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición” (Marcos 7:7-9).

Note la advertencia que Dios inspiró en el libro de Judas: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo” (Judas 3-4).
Incluso antes que el Nuevo Testamento fuera escrito completamente, los hombres impíos se habían introducido en la Iglesia en un intento por corromperla al convertir la gracia en libertinaje. Este fue precisamente el falso evangelio enseñado por Simón el Mago, Nicolás de Samaria, Cerinto y otros “fundadores” del cristianismo falsificado.
Libertinaje significa “licencia para pecar”. También podría ser definida como “libertad sin restricción” o “abuso del privilegio”. En esencia, esto quiere decir licencia para hacer lo que parece correcto a nuestros propios ojos, conforme a nuestra propia conciencia.
Al igual que Simón el Mago (Hechos 8:9-24) y otros convirtieron la gracia de Dios en licencia para desobedecer Su ley, esta misma actitud impregna las mentes de la mayoría de de los cristianos profesos hoy.

El mensaje universal de la mayoría de los púlpitos dice falsamente que Cristo abolió la ley de Su Padre — pero su Biblia dice lo contrario. Nadie puede nacer en el reino de Dios a menos que se someta completamente a la autoridad de Dios.
Gracia — La verdadera definición
El Nuevo Diccionario universitario de Webster define la gracia como “favor, bondad y misericordia”. El uso eclesiástico es definido como “divina misericordia y perdón”. No se hace mención sobre la gracia siendo licencia para desobedecer la ley de Dios. Estar “bajo la gracia” significa que se extendió misericordia y perdón como resultado de un arrepentimiento sincero y la resolución de obedecer a Dios.

Esto es mejor explicado en Romanos 6:14-15: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros: pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera”. Muchos malentienden el concepto de “bajo la ley”, el cual significa bajo la penalidad de la ley. Note Gálatas 5:18: “Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley”. Usted está bajo la pena de la ley si la viola como una forma de vida.
Pero una persona guiada por el Espíritu de Dios se esforzará por seguir esa ley. Cuando él ocasionalmente peque, se arrepiente y es perdonado (I Juan 1:8-19). Por virtud de la obediencia y gracia, el no está bajo la pena de la ley.
Cuando un individuo busca obedecer a Dios y viene bajo la “sombrilla” de la gracia, la sangre de Cristo justifica, o perdona, todas las transgresiones pasadas. El arrepentimiento le muestra a Dios la dirección que un cristiano elije tomar de ese momento en adelante. Estando bien con Dios por Su misericordia y perdón, un cristiano se embarca en un nuevo curso en su vida — él es salvo por la vida de Cristo, ¡no por Su muerte!

¡Considere! Sólo si Cristo ha resucitado de entre los muertos Su Espíritu puede guiar y fortalecer a los nuevos conversos, porque es el Espíritu Santo el que guía a los cristianos. Pablo escribió: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Rom. 8:14).
Esto significa que Cristo, como nuestro viviente, activo Sumo Sacerdote en los cielos, envía el Espíritu Santo a aquellos que el Padre llama y engendra. Como Sumo Sacerdote, Cristo es nuestro Intercesor y Abogado viviente, quien ve por nosotros a lo largo de la vida, a medida que buscamos vencer y perseverar hasta el fin. El hecho de que Cristo esté vivo le permite funcionar como un Abogado para los cristianos. De esta forma, somos salvos por Su vida. El arrepentimiento es un estado mental continuo. Por lo tanto, el perdón también es continuo. Además, es el Espíritu del Cristo vivo en los cristianos el que los cambiará en la resurrección (Rom. 8:14-17), para que puedan recibir la vida eterna.

Romanos 6:23 explica que la paga del pecado es muerte. Tras el arrepentimiento, bautismo y conversión, un cristiano es perdonado por la sangre de Cristo e inmediatamente es salvo de la pena de los pecados PASADOS. Por lo tanto, en cierto sentido, la persona ha sido “salva”, en ese momento, de la muerte.

Hay dos aplicaciones más de cuándo y cómo es salva una persona.

 La palabra salvación es derivada de la palabra salvo. Por tanto, la segunda forma es la más obvia — salvación en la resurrección al regreso de Cristo (I Cor. 15:50-55; I Tes. 4:13-18).
La tercera forma que alguien es salvo es que “está siendo salvado”. Nadie recibe la salvación en esta vida sin primero someterse a muchas tribulaciones, pruebas, aprendizaje, crecimiento y vencer. La salvación es un proceso continuo — durante toda la vida.
Note lo que Pablo escribió en Romanos 5: “Pues mucho más, estando ya justificados en Su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por Su vida” (vs. 9-10).
La salvación es el resultado de la gracia — perdón inmerecido. El llamamiento, y el don del arrepentimiento no se ganan por obras. La gracia de Dios no se gana por obras. Todo lo que los seres humanos han ganado es la muerte. Estar bajo la gracia no significa que ya hemos alcanzado la salvación. Significa que se nos ha dado el perdón inmerecido y que estamos en el proceso de vencer y perseverar. Aquellos que perseveren hasta el fin de esta existencia física son salvos — salvados de la muerte eterna. Nadie puede jactarse de que ha alcanzado la salvación en esta vida. “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mat. 24:13). Haber perseverado y vencido significa que uno ha “calificado”. También significa que uno puede descalificarse a sí mismo al fracasar en perseverar o vencer. Sin embargo, el llamamiento, la justificación — esta gracia es un don. La salvación es resultado de la gracia de Dios.

La falsa idea de “una vez bajo la gracia, ya somos salvos”

no está basada en las escrituras. La gracia es la voluntad de Dios de perdonar los pecados pasados, como se resume en Efesios 1:7: “…en quien tenemos redención por Su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de Su gracia”.
Ahora examine una escritura clave: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). La fe “no de vosotros”, fundamental para la salvación, no es su propia fe humana. Es don de Dios — la fe de Cristo en nosotros (Gál. 2:20). Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote, ve hacia abajo y observa nuestra sinceridad y esfuerzo, e imparte Su fe a través de Su gracia — favor y misericordia divinos. Los que reciben esta fe no tienen razones para gloriarse de sus obras.

Note lo siguiente:
“…porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por Su buena voluntad” (Fil. 2:13). Dios provee a los cristianos la fuerza de voluntad, fe de Cristo y motivación para hacer Su buena voluntad. Dios el Padre y Jesucristo han avanzado grandes distancias al proveer la gracia — favor y misericordia divina — para ayudar a los cristianos a triunfar en su llamamiento. ¡Pero ellos esperan resultados! Ese es el mensaje de Efesios 2: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (vs. 10).

¡Cuán clara se vuelve la Biblia cuando le permitimos interpretarse a sí misma! Es irónico que la mayoría de los cristianos profesos se detengan en este punto y pierdan la esencia de la declaración de Pablo.

El tema real aquí no es la gracia o las obras. Tampoco es la gracia en oposición a las obras. Ni es la gracia en lugar de las obras. Es simplemente así: Gracia seguida por obras.
Estos son algunos dones y herramientas vitales que Dios nos da en nuestra búsqueda por tener éxito y vencer:

Gracia — justificación y perdón.
Gracia — la dádiva de misericordia y favor de Dios.
La fe de Cristo en nosotros.
El Espíritu de Dios, a través del cual recibimos la fuerza de voluntad y motivación para seguir adelante.

Dios extiende gracia y ayuda a Su pueblo, pero Él espera que nosotros crezcamos en buenas obras, andando en ellas como una forma de vida. La ley de Dios es el estándar o punto de referencia que dirige el camino de los verdaderos cristianos. Guardarlos desarrolla carácter. Hacer estas cosas le muestra a Dios que la gracia que Él nos ha extendido no ha sido en vano.
Si seguimos la gracia de Dios con obras, la descripción de Cristo de aquellos que se levantarán en la primera resurrección podría aplicar a nosotros: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús” (Apo. 14:12).