jueves, 31 de marzo de 2016
¿Qué enseña el Nuevo Testamento acerca de la ley y la gracia?
¿Cuál es el significado de la gracia? ¿Acaso ésta anula —“invalida” — la ley? ¿Es la gracia una “licencia” para pecar? ¿Significa “no bajo la ley” que la gracia ha reemplazado — y eliminado cualquier necesidad de que los cristianos produzcan buenas obras? ¿Qué enseñaron Cristo y Sus apóstoles? ¿Qué dice la Biblia realmente?
¿Cuál es la enseñanza del Nuevo Testamento acerca de la “ley y la gracia”?
¿Es una o la otra — ley versus gracia — o ambas — ley y gracia? Este es un tema de gran controversia, que deja a muchos confundidos. Esto no debe ser así. ¡Aquí está la clara enseñanza de la Biblia!
El significado de la gracia en el Nuevo Testamento no tiene nada que ver con abolir las leyes de Dios. Los falsos maestros que promueven la “gracia” por encima de la obediencia ignoran que el Nuevo Testamento fue escrito para aquellos a quienes Dios llama para asumir posiciones de gran responsabilidad en Su reino. Estos falsos maestros malentienden porque Dios ni les ha abierto las mentes, ni les ha dado Su Espíritu Santo, que es necesario para comprender Su verdad.
El llamamiento cristiano (Rom. 8:29-30) está basado en la gracia — perdón inmerecido de los pecados pasados y misericordia tras un arrepentimiento genuino. Los cristianos entienden que la propia salvación ofrecida a ellos es una dádiva, y que deben continuar viviendo una vida de obediencia (Hechos 5:32, Juan 14:15) y perseverancia.
La ley en perspectiva
La mayoría de religiosos afirman que la ley de Dios fue abolida por el sacrificio de Jesucristo. Ellos piensan que la humanidad ya no está agobiada por los estrictos requisitos de esa “dura ley” que se interpone en su camino a la libertad — de “pasarla bien”. Pero el apóstol Pablo escribió, en Romanos 7:7: “¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás”. La mayoría de eclesiásticos han condenado tradicionalmente la ley mientras que absuelven el pecado. Sin embargo, no es la ley la culpable, sino el pecado. Por nosotros mismos, no podemos descubrir la ley perfecta de Dios. Dios tiene que revelarla y enseñárnosla.
Los líderes del cristianismo profeso insisten que la ley espiritual de Dios — los Diez Mandamientos — está abolida. Ellos la llaman la “ley de Moisés”, afirmando que fue abolida mediante el sacrificio de Cristo. Pero ellos no saben la diferencia entre los rituales de sacrificio levíticos, la ley de Moisés y la ley de Dios.
Los Diez Mandamientos no fueron llamados la ley de Moisés, sino más bien la ley de Dios. La ley de Moisés consistía de: (1) las leyes civiles — los estatutos y juicios que Moisés trasmitió al pueblo de parte de Dios, registrados en Éxodo 21-23 y los libros restantes de la Ley — y (2) las leyes rituales (del griego: ergon) añadidas posteriormente, resumidas en Hebreos 9:10. Estas ordenanzas regularon los sacrificios levíticos (Lev. 1-7) y las funciones relacionadas. Ergon significa “obras”, como en las “obras de la ley” (Gál. 2:16). Esto se refería al trabajo que involucraba los rituales levíticos abolidos por el sacrificio de Cristo.
Los Diez Mandamientos nunca fueron parte de la ley de Moisés o del sistema levítico de sacrificios. Las leyes y los sacrificios civiles estaban basados en los Mandamientos de Dios, los cuales constituyen la base de las leyes de Dios. Por lo tanto, los Diez Mandamientos preceden y trascienden cualquier ley menor que esté basada en ellos — estatutos, juicios, preceptos y ordenanzas. La mayoría de los cristianos profesos etiquetan falsamente los Diez Mandamientos como el “Antiguo Pacto”. Sin embargo, el Antiguo Pacto estaba basado en los Diez Mandamientos, que precedieron y trascendieron al Antiguo Pacto.
Considere esta analogía: La idea promovida por la mayoría de los cristianos profesos — que la ley espiritual de Dios, los Diez Mandamientos, han sido abolidos — es tan ridícula como decir que las leyes físicas de la gravedad y la inercia ya no están vigentes. Los teólogos no pueden negar las leyes de Dios más de lo que los científicos pueden invalidar las leyes de la gravedad y la inercia.
¿Cómo vieron los líderes de la Iglesia del Nuevo Testamento las leyes de Dios? Pablo escribió: “De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Rom. 7:12). El apóstol Juan escribió: “Pues este es el amor de Dios, que guardemos Sus mandamientos; y Sus mandamientos no son gravosos” (I Juan 5:3). Y Cristo resumió el asunto, diciendo: “…mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mat. 19:17).
En Mateo 7:21, Él también dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, ¡sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos!”
Cristo y los apóstoles no descartaron la ley de Dios. El cristianismo falsificado tomó esta medida drástica en el primer siglo — y el mundo lo ha seguido ciegamente desde entonces.
La “gracia” del falso cristianismo
Examinemos la enseñanza de la gracia del cristianismo tradicional. Ésta enseña que el Antiguo Pacto era los Diez Mandamientos. Ésta sostiene que Cristo vino a establecer un “nuevo pacto” que contiene sólo gracia y promesas — libertad de hacer lo que a uno le plazca. La ley no está incluida en su paquete. En sus propias mentes, estos religiosos creativos han ideado una forma de “pasarla bien” y tener la conciencia limpia. Ellos tenían que eliminar el origen de su molesta culpabilidad. La solución fue simple: “La gracia por sí sola ‘salva’ a los hombres. La carga de guardar los mandamientos ya no es necesaria”.
Esta enseñanza diabólica lo llevaría a pensar que la ley de Dios es dura y cruel. Ésta proclama que el defecto del Antiguo Pacto estaba en la ley, y puesto que Dios dio la ley, el error debe haber sido suyo. Lea lo que Cristo les dice a aquellos que siguen estos falsos preceptos: “Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres. Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres…Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición” (Marcos 7:7-9).
Note la advertencia que Dios inspiró en el libro de Judas: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo” (Judas 3-4).
Incluso antes que el Nuevo Testamento fuera escrito completamente, los hombres impíos se habían introducido en la Iglesia en un intento por corromperla al convertir la gracia en libertinaje. Este fue precisamente el falso evangelio enseñado por Simón el Mago, Nicolás de Samaria, Cerinto y otros “fundadores” del cristianismo falsificado.
Libertinaje significa “licencia para pecar”. También podría ser definida como “libertad sin restricción” o “abuso del privilegio”. En esencia, esto quiere decir licencia para hacer lo que parece correcto a nuestros propios ojos, conforme a nuestra propia conciencia.
Al igual que Simón el Mago (Hechos 8:9-24) y otros convirtieron la gracia de Dios en licencia para desobedecer Su ley, esta misma actitud impregna las mentes de la mayoría de de los cristianos profesos hoy.
El mensaje universal de la mayoría de los púlpitos dice falsamente que Cristo abolió la ley de Su Padre — pero su Biblia dice lo contrario. Nadie puede nacer en el reino de Dios a menos que se someta completamente a la autoridad de Dios.
Gracia — La verdadera definición
El Nuevo Diccionario universitario de Webster define la gracia como “favor, bondad y misericordia”. El uso eclesiástico es definido como “divina misericordia y perdón”. No se hace mención sobre la gracia siendo licencia para desobedecer la ley de Dios. Estar “bajo la gracia” significa que se extendió misericordia y perdón como resultado de un arrepentimiento sincero y la resolución de obedecer a Dios.
Esto es mejor explicado en Romanos 6:14-15: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros: pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia. ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera”. Muchos malentienden el concepto de “bajo la ley”, el cual significa bajo la penalidad de la ley. Note Gálatas 5:18: “Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley”. Usted está bajo la pena de la ley si la viola como una forma de vida.
Pero una persona guiada por el Espíritu de Dios se esforzará por seguir esa ley. Cuando él ocasionalmente peque, se arrepiente y es perdonado (I Juan 1:8-19). Por virtud de la obediencia y gracia, el no está bajo la pena de la ley.
Cuando un individuo busca obedecer a Dios y viene bajo la “sombrilla” de la gracia, la sangre de Cristo justifica, o perdona, todas las transgresiones pasadas. El arrepentimiento le muestra a Dios la dirección que un cristiano elije tomar de ese momento en adelante. Estando bien con Dios por Su misericordia y perdón, un cristiano se embarca en un nuevo curso en su vida — él es salvo por la vida de Cristo, ¡no por Su muerte!
¡Considere! Sólo si Cristo ha resucitado de entre los muertos Su Espíritu puede guiar y fortalecer a los nuevos conversos, porque es el Espíritu Santo el que guía a los cristianos. Pablo escribió: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Rom. 8:14).
Esto significa que Cristo, como nuestro viviente, activo Sumo Sacerdote en los cielos, envía el Espíritu Santo a aquellos que el Padre llama y engendra. Como Sumo Sacerdote, Cristo es nuestro Intercesor y Abogado viviente, quien ve por nosotros a lo largo de la vida, a medida que buscamos vencer y perseverar hasta el fin. El hecho de que Cristo esté vivo le permite funcionar como un Abogado para los cristianos. De esta forma, somos salvos por Su vida. El arrepentimiento es un estado mental continuo. Por lo tanto, el perdón también es continuo. Además, es el Espíritu del Cristo vivo en los cristianos el que los cambiará en la resurrección (Rom. 8:14-17), para que puedan recibir la vida eterna.
Romanos 6:23 explica que la paga del pecado es muerte. Tras el arrepentimiento, bautismo y conversión, un cristiano es perdonado por la sangre de Cristo e inmediatamente es salvo de la pena de los pecados PASADOS. Por lo tanto, en cierto sentido, la persona ha sido “salva”, en ese momento, de la muerte.
Hay dos aplicaciones más de cuándo y cómo es salva una persona.
La palabra salvación es derivada de la palabra salvo. Por tanto, la segunda forma es la más obvia — salvación en la resurrección al regreso de Cristo (I Cor. 15:50-55; I Tes. 4:13-18).
La tercera forma que alguien es salvo es que “está siendo salvado”. Nadie recibe la salvación en esta vida sin primero someterse a muchas tribulaciones, pruebas, aprendizaje, crecimiento y vencer. La salvación es un proceso continuo — durante toda la vida.
Note lo que Pablo escribió en Romanos 5: “Pues mucho más, estando ya justificados en Su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por Su vida” (vs. 9-10).
La salvación es el resultado de la gracia — perdón inmerecido. El llamamiento, y el don del arrepentimiento no se ganan por obras. La gracia de Dios no se gana por obras. Todo lo que los seres humanos han ganado es la muerte. Estar bajo la gracia no significa que ya hemos alcanzado la salvación. Significa que se nos ha dado el perdón inmerecido y que estamos en el proceso de vencer y perseverar. Aquellos que perseveren hasta el fin de esta existencia física son salvos — salvados de la muerte eterna. Nadie puede jactarse de que ha alcanzado la salvación en esta vida. “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mat. 24:13). Haber perseverado y vencido significa que uno ha “calificado”. También significa que uno puede descalificarse a sí mismo al fracasar en perseverar o vencer. Sin embargo, el llamamiento, la justificación — esta gracia es un don. La salvación es resultado de la gracia de Dios.
La falsa idea de “una vez bajo la gracia, ya somos salvos”
no está basada en las escrituras. La gracia es la voluntad de Dios de perdonar los pecados pasados, como se resume en Efesios 1:7: “…en quien tenemos redención por Su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de Su gracia”.
Ahora examine una escritura clave: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). La fe “no de vosotros”, fundamental para la salvación, no es su propia fe humana. Es don de Dios — la fe de Cristo en nosotros (Gál. 2:20). Jesucristo, nuestro Sumo Sacerdote, ve hacia abajo y observa nuestra sinceridad y esfuerzo, e imparte Su fe a través de Su gracia — favor y misericordia divinos. Los que reciben esta fe no tienen razones para gloriarse de sus obras.
Note lo siguiente:
“…porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por Su buena voluntad” (Fil. 2:13). Dios provee a los cristianos la fuerza de voluntad, fe de Cristo y motivación para hacer Su buena voluntad. Dios el Padre y Jesucristo han avanzado grandes distancias al proveer la gracia — favor y misericordia divina — para ayudar a los cristianos a triunfar en su llamamiento. ¡Pero ellos esperan resultados! Ese es el mensaje de Efesios 2: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (vs. 10).
¡Cuán clara se vuelve la Biblia cuando le permitimos interpretarse a sí misma! Es irónico que la mayoría de los cristianos profesos se detengan en este punto y pierdan la esencia de la declaración de Pablo.
El tema real aquí no es la gracia o las obras. Tampoco es la gracia en oposición a las obras. Ni es la gracia en lugar de las obras. Es simplemente así: Gracia seguida por obras.
Estos son algunos dones y herramientas vitales que Dios nos da en nuestra búsqueda por tener éxito y vencer:
Gracia — justificación y perdón.
Gracia — la dádiva de misericordia y favor de Dios.
La fe de Cristo en nosotros.
El Espíritu de Dios, a través del cual recibimos la fuerza de voluntad y motivación para seguir adelante.
Dios extiende gracia y ayuda a Su pueblo, pero Él espera que nosotros crezcamos en buenas obras, andando en ellas como una forma de vida. La ley de Dios es el estándar o punto de referencia que dirige el camino de los verdaderos cristianos. Guardarlos desarrolla carácter. Hacer estas cosas le muestra a Dios que la gracia que Él nos ha extendido no ha sido en vano.
Si seguimos la gracia de Dios con obras, la descripción de Cristo de aquellos que se levantarán en la primera resurrección podría aplicar a nosotros: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús” (Apo. 14:12).
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